URBANO
Sábado a la mañana y estoy madrugando como pocas veces ocurre cuando no es día de trabajo. No es porque haya conseguido un trabajo extra como canillita, aunque no me vendría mal un ingreso extra. Me dirijo a jugar unos partidos para mejorar mi forma.
Todo se originó el otro día que me encontraba con mi amada Estrellita y su sobrino Edgarito, el cual a sus 14 añitos ya está bastante crecido para que le estén haciendo caballito pero a solicitud de su hermosa tía, accedo. Con sus regordetes 60 kilitos, este pre puberto me hizo dar cuenta de lo falto de estado físico que estoy por mi trabajo de oficina. Ahí es donde decidí dedicarme al deporte amateur los fines de semana.
Llego al complejo deportivo donde será la cita futbolística y elijo un lugar en la defensa para no tener que exigir mucho a mi lomito… total, todo lo que venga, lo despejo y ya. Comienza el partido y como si hubiera agarrado mi segundo aire, me siento mejor que nunca. De la nada, me doy cuenta que Estrellita ha venido a verme como prometió. Tengo que lucirme esta vez. Me llega la pelota y me decido ir al frente, yo gestionare el primer gol de mi equipo. Empiezo una endemoniada carrera hacia el frente…
Llegando a la mitad de la cancha la ferocidad de mi correr ha disminuido notablemente. Al llegar al área rival diría que apenas llego con un caminar casi angelical por lo que la pelota me es arrebatada con facilidad y las piernas ya no me responden, solamente para salir de la cancha después de solicitado mi cambio… por mis propios compañeros de equipo.
Sentado en la banca de suplentes para recobrar el ajayu solamente quedan dos cosas claras, el tiempo no pasa en vano y, la más importante, si gestione un gol… el del equipo contrario” .
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