Mientras sólo pedimos, otros producen y ganan

Los más de seis años de gobierno del MAS, al haber bajado nuestra producción y, más, haber suprimido la producción de mucho de lo que se ofrecía hasta hace más de seis años determina que, comparativamente con nuestros vecinos, seguimos en la posición de pedir y esperar la ayuda de organismos internacionales y países amigos, y ellos, nuestros vecinos, invierten, producen y ganan más.

El triunfo, siquiera parcial, contra altos índices de pobreza que han logrado Chile, Argentina, Perú y Ecuador (tan sólo para dar cuatro ejemplos) muestra una realidad de la que podíamos ser parte: producir sobre la base de atracción de capitales financieros, tecnológicos y humanos para crear fuentes de riqueza que generen empleo y éste, a su vez, mejore totalmente la capacidad adquisitiva del pueblo, que sirva para diversificar y fortalecer la economía.

Examinar o recontar lo que hicimos en más de seis años nos muestra que hicimos muy poco, creyendo haber abarcado mucho con la llamada “nacionalización de los hidrocarburos” en mayo de 2006, cuando, en realidad, sólo se cambió contratos -sin que hasta ahora sean efectivos del todo- y adoptando alguna medida que permita la elevación de regalías e impuestos. Bajamos la producción de petróleo e hidrocarburos porque ante el “fantasma de las nacionalizaciones”, cundió el temor en posibles inversionistas extranjeros y nacionales a perder lo invertido o verse, forzados a problemas, juicios y otros extremos para recuperar, en su caso, lo invertido.

¿Cuánto habremos perdido en posibilidades para crear nuevas fuentes de riqueza? ¿Cuántos inversionistas extranjeros tuvieron que variar rumbos hacia otros países porque “las condiciones no se dieron en Bolivia”? Son muchas las preguntas que el régimen tendría que responder si queremos ser honestos con nosotros mismos, porque las verdades “suenan fuerte y dan duro” en la vida de los bolivianos: haber perdido más de seis años y haber cerrado fuentes de producción y creación de nuevas generadoras de riqueza; haber compactado seriamente la confianza que podían tener en nuestro país quienes esperaban invertir y hacer buenos negocios porque se suponía que “las políticas de cambio” afectarían lo económico y las condiciones que se den serían mejores que en el pasado; pero fueron contrarias, puesto que se cerraron las posibilidades de lo que pudo ser.

La situación de pedir y esperar ayudas la agravamos y ampliamos sus horizontes porque, en casos (Venezuela, por ejemplo) se pensó que debimos conformarnos con “regalos y donaciones” que en resumidas cuentas se hicieron parte de nuestras deudas con ese país; por otra parte, contratamos nuevos préstamos y ese dinero lo malgastamos en lo que no debemos, porque nos damos el lujo de creernos Suiza y tratar de vivir como ni los suizos lo hacen: con lujos, derroches en aviones, helicópteros, satélite, ostentaciones de toda laya y un sinnúmero de gastos que depauperaron nuestra economía porque “gastamos lo adeudado en lo indebido creyendo, tal vez, que jamás lo pagaríamos”. Es preciso, pues, “repensar” nuestra conducta; de otro modo se agrandarán los pozos de las malas inversiones y las metas interminables de pedir ayudas sin ver, ni de lejos, que otros, sin pedir ni esperar consideración alguna, se desarrollan, batallan contra la pobreza y ganan.