Si tomamos en cuenta alguna de las acepciones que etimológicamente describen a la salud, se llega a la más general: “estado en que el ser humano ejerce normalmente todas sus funciones” o también “la disposición de buena salud y de bienes que determinan esa buena vida”; esto, quiérase o no, es el fin que persigue el ser humano para sí y para los suyos. En una comunidad integrada por millones de personas, lo ideal es alcanzar planos de salud, educación y vivienda que son medios de vida y, para ello, nada mejor que disponer de un buen estado corporal y de bienes que permiten un existir digno; pero…
En el entender normal se cree que la salud es el estar liberado de enfermedades y la verdad es que una salud plena puede calificarse al estado de todo lo que contribuye a esa situación. En Bolivia, país perteneciente al Tercer Mundo – aunque está en condiciones que, en casos, podrían asemejarse a las de un Cuarto Mundo – anhelamos el cambio de condiciones que permitan alcanzar altos niveles de vida. Ello sólo será posible cuando se hayan cubierto las necesidades materiales como ser buena alimentación, atención médica oportuna, disposición de centros hospitalarios, vituallas y médicos que controlen los estados de salud; disposición de los medios químico-farmacéuticos que permitan el encuentro y uso de remedios acordes con los debidos tratamientos.
Desde hace tiempo – tal vez desde la fundación misma de nuestra República – jamás hubo la preocupación necesaria de los gobiernos por alcanzar altos niveles de salud; hubo sólo preocupación ocasional por atender la existencia de hospitales y recién, a partir de los años 50, con la creación del seguro general aunque no en las condiciones ideales que impliquen una buena atención, se han construido pocos hospitales y policlínicos, pero casi improvisadamente si se mide todo por los resultados. Los gobiernos han creído que la salud sólo abarca la atención en sitios de revisión y recetario a pacientes; hospitales para internación y atención precaria por tiempos mínimos; pero, en general, con deficiencias que hacen, en muchos casos, que las enfermedades adquieran mayor gravedad de la habida originalmente. Educación y vivienda siempre fueron marginales o, en pocos casos, inauguración de alguna escuela.
Estados excelentes de salud implican que cada persona haya recibido en su vida la alimentación debida; una existencia en vivienda adecuada; un estado sanitario con todos los servicios; estar libre de contactos con sitios infecto-contagiosos de enfermedades; disposición de seguros que le permitan pronta, eficiente y eficaz atención médica, hospitalaria, medicamentosa y preventiva para futuras situaciones. No es cuestión -como consideran las autoridades- de señalar que se tiene hospitales y hay médicos que deben trabajar ocho horas diarias y hasta percibir sueldos de hambre. Atender la salud es velar porque los hospitales estén construidos con todas las comodidades, modernamente equipados con los mejores medios tecnológicos, tengan instrumental, vituallas y medios no sólo para un buen desenvolvimiento profesional sino para el logro de resultados óptimos. Ello requiere, por supuesto, la fijación de presupuestos acordes con las necesidades de todo lo que implica salud pública. Con presupuestos de hambre como los que siempre han tenido los rubros de Educación, Salud y Vivienda ha sido difícil contar con una atención que sea previsora para evitar enfermedades y hasta muertes prematuras.
¿Cuáles son los resultados con magros presupuestos, con tener el criterio peregrino de que “educación y salud deben contar sólo con los seguros públicos y privados, mediante escasísimos presupuestos y los aportes del sector privado por atención a sus trabajadores”? La verdad es que, para quienes han gobernado el país, incluido el actual régimen, más importancia han tenido los rubros de Defensa e Interior. Examinada la realidad y vistas las urgencias y necesidades del país, mucho más se hubiese logrado con educación y salud que con la compra de aviones, tanques, cañones, armamento de toda clase y reclutamiento de miles de soldados que con los servicios premilitares tienen más que suficiente para “aprender técnicas de defensa o el manejo de armamentos”.
Atención del Ministerio de Interior: gastos reservados ¿para qué? ¿Cuánto beneficio irroga al país todo ello? ¿Para qué contratar personal “entrenado”, mercenarios, etc. que sirven a todos los gobiernos para “defensa del régimen” cuando ello es posible con la Policía y las Fuerzas Armadas? ¿Para qué los gastos reservados de los que nunca se rinde cuentas y que, en el fondo resultan fuentes de corrupción?
Salud, Educación y Vivienda, sin cumbres de ninguna clase y tan sólo con un mínimo de caridad, conciencia de bien común, respeto a los derechos humanos y un entendimiento de que el desarrollo de un país será posible sólo con excelentes estados de salud logrados mediante una sana, digna y honesta educación. Finalmente, es preciso decir: no es con armas ni gastos reservados en políticas de un régimen político como se logrará el desarrollo armónico del país y es, con seguridad, con Salud, Educación y Vivienda que venceremos los estados de subdesarrollo moral en que nos desenvolvemos; de otro modo, con una “Cumbre de Salud” quedaremos en igual o peor situación de la actual.
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