Desde la fundación de la República (1825), motivados por intereses mezquinos, hemos estado inmersos en luchas intestinas y nos descuidamos de asumir una ideología propia que hubiera reflejado la realidad boliviana en sus diferentes aspectos. No tuvimos ni un momento de sosiego para pensar, reflexionar y proponer, con sentimiento de bolivianidad y apego a las inquietudes de cambio, respuestas para promover paz, prosperidad y justicia social, de acuerdo con el momento histórico.
Desgraciadamente ideologías foráneas, de tinte derechista e izquierdista, inapropiadas a la realidad e idiosincrasia de los bolivianos, nos hicieron perder la noción de unidad nacional, enfrascándonos en pugnas internas, contraproducentes para las históricas proyecciones hacia mejores días. Aquéllas sembraron discordia entre los bolivianos, profundizando el desencuentro nacional o dispersando esfuerzos que hubieran logrado el milagro de una nueva Bolivia.
Además marcaron nuestra dependencia de ciertas potencias y caudillos del este u oeste, del norte o sur, en el tema político, económico y cultural. Ello ha ocurrido, sin ir muy lejos, con Juan Domingo Perón, líder de los descamisados, quien, con el propósito de conformar una confederación sudamericana de “países peronistas” entre Argentina, Bolivia, Chile y Paraguay, no escatimó en prestar su asistencia financiera a los jerarcas de la Revolución Nacional, en la década del 50 del siglo pasado. Con este accionar aquél hizo de Bolivia un reducto de sus afanes hegemónicos, al extremo de que ella resultó involucrada en sus nefandos designios.
Ahora y con miras al futuro inmediato, debemos partir del principio de ama a tu prójimo como a ti mismo y a tu país más que a ti mismo. Entreguemos nuestro amor y sacrificio por Bolivia, como lo hicieron quienes nos precedieron, pero con unidad, de una vez por todas, de citadinos y rurales, de orientales y occidentales, obviando prejuicios clasistas, racistas o regionalistas.
Inspirémonos, si el caso amerita, en el patriotismo, heroísmo y coraje de los Santa Cruz, Toro, Busch, Villarroel, Paz Estenssoro y tantos otros que devolvieron la dignidad al pueblo y soberanía al Estado boliviano, constituyéndose en paradigmas que merecen ser imitados.
Necesitamos una ideología para una intransigente defensa de los recursos naturales, renovables y no renovables, de acuerdo con los supremos intereses nacionales, por el bien común. Que sea el punto de referencia de la justicia social y que nos impulse a sumar esfuerzos para lograr el potenciamiento económico, militar y la industrialización de la materia prima. Y en política internacional que promueva y ratifique las relaciones amistosas del país con todas las naciones del mundo. “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”, digamos parafraseando a Martí.
En suma: el reto hoy es diseñar una ideología impregnada de copagira, gas, tunta y yuca, que nos permita avanzar hacia un venidero con pan, techo y libertad. ¡Ahora o nunca!
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