Pandillas juveniles que asolan al país



Las campañas en contra de la delincuencia en el país no tienen visos de terminar. Al contrario, la organización de una mayoría adquiere más contundencia porque todo muestra que cuentan con los financiamientos necesarios para sembrar el caos. En los últimos tiempos se tuvo información de que hay más de 700 pandillas juveniles que estarían bien organizadas y mejor pertrechadas.

El problema adquiere condiciones de mucha gravedad si se tiene en cuenta que toda organización juvenil dedicada a la delincuencia cuenta en sus filas con mercenarios pagados y sostenidos por organizaciones que cometen toda clase de delitos en el mundo; bandas que, además, obedecen consignas de grupos políticos de extrema izquierda o derecha para reponer sistemas políticos ya obsoletos y que han causado mucho daño y que, organizados en grupos dedicados al terrorismo, utilizan a esos mercenarios para agravar su accionar.

La experiencia mundial, especialmente de países ricos, es que la delincuencia organizada resulta en su accionar mucho más poderosa que las fuerzas regulares de la policía por contar con respaldos de toda naturaleza y, además, participa en ellas la corrupción de funcionarios policiales que, en los hechos, les otorgan impunidad para la consumación de sus delitos.

Innegablemente, el poder que adquieren estas organizaciones delictivas se debe a la permisividad de autoridades y padres de familia que, al unísono, atribuyen los hechos negativos de los jóvenes a su “corta edad” y que todo terminará en corto tiempo porque simplemente son efectos de “travesuras debidas a la influencia de películas y publicaciones en los medios”. La verdad es que son las empresas del narcotráfico, los organizadores de guerrillas y cuadros irregulares, los interesados en socavar la autoridad legalmente constituida que permiten y otorgan inmunidad a grupos que, más temprano que tarde, ocasionarán serios perjuicios a la sociedad.

Poner freno, controlar a los hijos la calidad de amistad que frecuentan y evitar que porten armas de cualquier tipo o ingresen en grupos dedicados al hedonismo, son inicios para la organización de grupos delictivos que adquieren poder porque tienen la seguridad de contar a su favor con los temores de la ciudadanía que, por seguridad, no denunciará los hechos criminosos.

La influencia del alcohol, el tabaco y las drogas son instrumentos decisivos para la consumación de los peores delitos y, si todo ello es fomentado por los empresarios de las drogas o grupos criminales que tienen objetivos más radicales, para que el mal crezca porque no cuentan con los valores precisos para rechazar el delito que les da poderes absolutos creándoles aureolas de impunidad, pero que, más pronto de lo imaginable, terminarán siendo víctimas de los mismos delitos que apoyan.

Es preciso, pues, que autoridades y padres de familia tomen los recaudos necesarios para evitar que en el seno de las mismas familias se organicen grupos que resulten violadores de normas y valores que toda sociedad debe practicar. La permisividad en las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” siempre han sido negativas y resultan semillero de los grandes males que sufre la humanidad.

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