[Fernando Untoja Ch.]

TIPNIS: los tiempos de dolor y de morbosidad


A primera vista en este mundo vivimos el instante; el compartir no conoce las distancias de las fronteras, todo deja pensar que el tiempo es el mismo en todo lado, para todos y en todo tiempo. Cierto, la información se ha convertido en un flujo que supera la velocidad de los mares, la fuerza del viento; el desencadenamiento de nuevos eventos ha hecho nacer en nosotros una ilusión, aquella de estar animado por los mismos motores de la vida, cualquiera sea la tierra donde se posan nuestros pies.

Con esta ilusión, la mirada se vuelve indiferente ante las marchas del TIPNIS. Se habla como de una materia prima para la información, parece no afectar ni provoca dolor que niños nazcan y tengan como destino la marcha y tampoco se toma en su verdadera dimensión el rechazo que sufren los marchistas; el mundo es testigo de que los hombres y mujeres son rechazados y tratados como indeseables, enfermos contagiosos. ¿Por qué Bolivia ha llegado a esta insoportable degeneración humana?

El tiempo del “proceso de cambio” está envuelto con estas frases: “igualdad” “armonía”; “no al racismo”, “inclusión”, “dignidad”. Entonces, ¿por qué no dejaron entrar a los marchistas a la plaza de San Ignacio de Moxos? ¿Por qué prohibir la entrada a la Iglesia? Sólo los colonizadores eran capaces de ultrajar niños y mujeres, sólo ellos eran los inhumanos y ustedes los indigenistas sólo conocen el amor. ¿Qué pasó?

En Bolivia para unos se impone tiempos de dolor, sufrimiento y discriminación racial; otros tienen tiempos de cinismo, goce, placer en el poder. ¿Dónde está la política de defensa de los derechos indígenas? ¿En que quedó la cultura del diálogo y de la vida? Rechazados por la “cultura de la vida”, rechazados por la “dignidad indigenista”, los autóctonos del TIPNIS siguen marchando en su tiempo de dolor, hambre, cansancio.

Los de la “cultura de la vida”, oligarquizados y ebrios en el poder, insensibles e indiferentes, ignoran la vida de niños botados en el dolor de la colectividad y sin esperanzas.

La soberbia y la indiferencia son propias de los colonizadores; por eso en los hombres del poder rebrotan las actitudes y los deseos de un retorno a los viejos tiempos coloniales, donde el “indio” (hoy el indígena) era visto como aquél que no sentía dolor ni hambre, y que su vida no merecía respeto; recordemos que muchos colonizadores crueles para alimentar a sus perros arrancaban niños de sus madres. Hoy el Gobierno arranca a los niños de su territorio y los destierra. Faltaría que los recién nacidos sean enjuiciados por intrusos en la marcha.

Son niños que marchan y otros llegan entre bosques y el sufrimiento colectivo. Entonces, ¿nacieron para sufrir y nunca ver su territorio? En estos momentos, ¿cuál es el futuro imaginado por sus padres? Los marchistas para el Gobierno cada día son indeseables, son “salvajes”, “enfermos contagiosos”, peor que la peste negra del medioevo. Si el “proceso de cambio” es crueldad, humillación, desprecio, insulto, no nos queda más que gritar “abajo el indigenismo neocolonial”.

La marcha denuncia que no hay un solo tiempo. Unos llevan tiempos de sufrimiento, terror, rechazo sin esperanzas y otros están en el tiempo de goce, viendo morbosamente el dolor humano. Este tiempo está ligado íntimamente a la historia que llevan, ésta es un refugio de lo que son y de lo que son capaces de hacer a la vez individual y colectivamente. Entonces, ¿en qué tiempo vivimos y en qué tiempo se inscriben las bases de nuestro futuro? ¿Cuál es el tiempo de nuestra sociedad y el de nuestras comunidades? ¿Y en qué tiempo viven todos esos otros alrededor de nosotros, que lamentablemente no disponen de los mismos resortes y los mismos deseos o ganas?

Si miramos con indiferencia y si dejamos que una parte de nuestra sociedad sea humillada, condenada a la muerte lenta, no seremos capaces de construir la unidad y el mañana. Todo esto me lleva a creer que las distancias que estuvimos cortando y aproximando se han vuelto a separar y cada día los problemas generados por el indigenismo violentan la aprehensión de nuestra realidad. Todo me lleva a creer que no somos iguales frente a nuestra permeabilidad al tiempo; entiendo que la marcha por la existencia de hombres y mujeres del TIPNIS es el grito por la libertad y una sociedad con justicia.

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