Los Ángeles.- Medio siglo después de su estreno, Lawrence de Arabia es un clásico consagrado y una obra que muchos consideran irrepetible, no solo por su calidad artística sino también por el carácter faraónico de una cinta de dos horas y media cuyo coste a precios actuales echaría para atrás a los estudios.
El filme realizado por David Lean y protagonizado por Peter O’Toole y Omar Sharif, fue estrenado entre el 10 y el 21 de diciembre de 1962 en Londres, Nueva York y Los Ángeles y arrasó en los Premios Oscar del año siguiente donde consiguió 7 premios, entre ellos, el de mejor película y el de mejor dirección.
Un reconocimiento a un trabajo descomunal que fue hecho a la antigua usanza, sin los recursos digitales que han convertido el arte de hacer películas en un proceso en el que el ordenador ha sustituido a los multitudinarios montajes con decorados de cartón piedra.
Para inmortalizar en la gran pantalla la historia del británico Thomas Edward Lawrence al frente de las milicias árabes contra el imperio otomano en la Primera Guerra Mundial, Lean necesitó reproducir los enfrentamientos bélicos y recurrió a miles de extras y un ejército de centenares de dromedarios.
Los campamentos y los combates se sucedieron en la inmensidad de unos parajes naturales, desérticos y polvorientos, localizados en países como España, Marruecos y Jordania, una parafernalia obligada por el tipo de producción y la limitación de recursos tecnológicos de los años 60, que en la actualidad supondría un disparate.
Lean además rodó el filme en una película de 65 milímetros, casi el doble del ancho del formato cinematográfico tradicional de 35 milímetros.
Lawrence de Arabia se basó en el relato autobiográfico de Lawrence, “Los siete pilares de la sabiduría”, en la que ese arqueólogo, militar y literato nacido en Gales en 1888 hacía memoria de sus andanzas en el norte de África y Oriente Medio.
Tras el inicio de la conflagración en 1914, el autor pasó de trabajar para la inteligencia británica en El Cairo a ser asesor del príncipe Feisal, hijo del jerife Hussein de la Meca y lideró una guerra de guerrillas que fue decisiva en el desmantelamiento del imperio turco.
A pesar de su éxito, T.E. Lawrence vio cómo su sueño de un mundo árabe unido e independiente quedó truncado por el tratado de Sykes-Picot de 1916, en el que Gran Bretaña y Francia se repartieron sus áreas de influencia en la región.
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