Víctor Hugo Rodríguez Tórrez
En este 2012 en vías de extinción se habló catastróficamente del “fin del Mundo” y la existencia humana. No faltó quien profetizó la periclitación de la Coca Cola. Resultado final, no habrá tal extremo. Los mortales embebidos en vanas glorias y de cómodo rédito -la política- son minúsculo grano de arena respecto a la Creación. Sin embargo, cuentan con la conmiseración divina. El planeta girará eternamente con sus mayorías laceradas. La paz, entre varios fuegos, será siempre el blanco de la intolerancia.
En casa, desde el poder proseguirá la monserga respecto a las obras de infraestructura física-técnica en ejecución que benefician y endeudan a todos. Exalta las reformas del entramado estatal, cuyos vicios y desvergüenzas -¿qué vendrá tras la onda extorsiva?- constituyen la factura para lo venidero. Se sobreestima la abundancia de dinero en manos del público no monetariamente explicada. Las fuentes que generan millones provienen de la venta y exportación del gas. La minería, en auge coyuntural, gratifica más a privados y particulares.
Plácemes a la fiebre que ensancha la industria de la construcción. La vista gorda ante el desmedido parque automotor que agrava la contaminación ambiental-acústica y azota los territorios urbanos. Sobresaturación de la oferta del contrabando y extravagancias que absorbe cierta población satisfecha y aquella aparentemente “pobre”, pero festiva que ya habla de brillantes, diamantes y oro en su paroxismo arcangelical. Las medias verdades aseguran que “no existe problemas”, porque la producción, el excedente y la riqueza “están garantizadas”.
La Bolivia pluriliberal -dice el retruécano oficial- ocupa el segundo puesto en crecimiento económico. Añade la diversificación de cuantiosas inversiones. Invitada al MERCOSUR y también vivita y coleando en Wall Street, coloca bonos en aquella matriz del capitalismo. Habla de la multiplicación de fuentes laborales que “impactan” favorablemente en los sectores olvidados y ahora, expletivamente, con empleo. Semejante “bonanza” pretende ser exportada como referencial para América Latina.
Bolivia es el “paraíso” en boga del mapa de logros y realizaciones, aunque la calidad y mejor vivir para su población (qué dice el BM de nuestra “clase media”), contrasta con la crucial realidad del pueblo-pueblo crónicamente carenciado y discriminado en todo.
El censo de población y vivienda que entre otros traspiés de seguro contiene información amañada por los descontentos, no será benigno con el temperamento coexistencial exigido. No favorece la suspicacia general entre el compartimiento, el compromiso y solución de las inamovibles atingencias. Sin la conjugación poder-sociedad el descreimiento masivo no estabiliza la perentoriedad del cambio.
Los bolivianos miden al régimen por la cantidad y calidad de obras puntualmente “estrellas” entregadas u omitidas. Las gobernaciones, gobiernos municipales, autoridades elegidas, por nombramiento e invitadas, tienen OBLIGACIÓN inexcusable de construir, engrandecer y modernizar al Estado “sin mirar a quien”.
En el Siglo 21 han transcurrido 12 años accidentados. La imagen nacional está deteriorada. Aquí cerca -dos Estados antagónicos o enemigos íntimos- se han parapetado -no obstante la crisis global- en espacios de afirmación, fluidez y edificación con sociedades optimistas, potenciamiento económico, desarrollo integral y gravitación internacional.
Avanzamos, pero no somos ni grandes ni lo contrario. Idealizamos buenas intenciones sin materializar al país hacia la cúspide. Es deseable que a partir de la segunda fase de esta década, Bolivia sea formal y trabajadora. Deberá retomar democrática y constitucionalmente sus visiones fácticas. Desmitificar supuestas “cosmovisiones” milenarias, originarias y supercherías que esclavizan para provecho político-económico de los menos ritualistas y más utilitarios.
Viene un año olímpicamente electoral. Se hallan en carrera dos candidatos opositores. Un reciente impasse oficial visibilizó a una “luchadora” rápidamente presidenciable. Se mueven el cálculo y las ambiciones. Contrariamente a la creencia ancestral, el número 13 de la “mala suerte” será para muchos(as) el factor que hará el resto en todas las dimensiones…
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