Menudencias

Los derechos se ejercen...

Juan León Cornejo

Por lo general, eludo dichos y hechos presidenciales como tema para la columna. Aunque traen mucha tela para cortar. No en vano la colega Amalia Pando le agradeció al Gobierno el éxito que le permitió recibir un premio por el programa de radio que conduce. Es que hay casi siempre temas más interesantes o profundos. Por ejemplo la respuesta que le dio el sábado un futbolista a un periodista. El colega le preguntó si su equipo sentía presión un día antes del partido en que salió campeón. El futbolista le respondió que presión es la que sienten los padres que no tienen trabajo y deben llevarles comida a sus hijos. Esa respuesta resume ética, moral y principios que legitiman el liderazgo de Pablo Escóbar como capitán de The Strongest.

Esta vez, pero, resulta imposible dejar de lado un discurso presidencial que la fuerza de las circunstancias me obligó a leer. El Presidente dijo ante un grupo de periodistas “no me pidan a mí libertad de expresión. Pidan libertad de expresión a los dueños de los medios de comunicación, a las empresas”. Respeto la investidura presidencial. Pero no le admito al señor Evo Morales, a los dueños de las empresas ni a nadie que se arrogue potestad para darme libertad de expresión. Es un derecho mío, como de cualquier ciudadano. Lo reconoce incluso la Constitución para los que se crean con derecho a autorizarla. Y los derechos se ejercen, no se piden.

En ejercicio de ese derecho, rechazo también que se acuse de “falsear la verdad” a los periodistas. “Algunos medios de comunicación, dueños, empresarios que los obligan a falsear la verdad y si no lo hacen los despiden. Ahí no están siendo respetados los derechos de ustedes”, les dijo el Presidente. Comencé mi carrera hace 50 años. Trabajé dentro y fuera de Bolivia, siempre como asalariado. Fui dirigente sindical y gremial. Y no conozco, hasta ahora, un colega obligado a mentir bajo amenaza de despido. La mayoría tiene dignidad y capacidad profesional para cambiar de medio si disiente de su línea política o editorial.

Por supuesto, hay excepciones que confirman la regla. Hay y habrá siempre amanuenses a sueldo. Pero la historia, sus hechos y la opinión pública que es destino final de lo que producen se encargan siempre de ponerlos en evidencia.

El asunto, es bueno reiterarlo a ver si se entiende, es que en Bolivia como en todas partes la fiscalización de la prensa es un incordio para los regímenes totalitarios. A quienes detentan algún tipo de poder político, económico, social, y en estos tiempos también delincuencial, les estorba o les pone obstáculos que se denuncie los caminos torcidos que transitan. Si su accionar fuera limpio, transparente y legal les interesaría, más bien, que se lo difunda. Por eso se busca a los periodistas desde el llano y se los ataca desde el poder. Tanto las dictaduras de derecha como los totalitarismos y populismos que se dicen de izquierda o revolucionarios. Así de simple.

El tema de interés hoy, sin embargo, tiene que ver con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Al margen de su posición ideológica, con la que se puede o no estar de acuerdo, hay que reconocer la extraordinaria influencia política que tuvo en esta parte del continente. Bueno o malo, como se lo quiera ver, ha marcado derrotero a los gobiernos de varios países. Su discurso anticapitalista, antiimperialista, impulsado por el reparto a manos llenas de los recursos de su país gracias a los altos precios del petróleo, se desparramó a la región como mancha de aceite. El impacto de su figura política en el continente se hizo evidente en Bolivia desde que

comenzó la gestión de Evo Morales, en el 2006.

Los problemas de salud que enfrenta hoy interesan por eso más allá de las fronteras de su país. Referirse en tiempo pasado a su carrera política no implica hoy nada que tenga que ver con su estado de salud. Cuando él mismo habló ya de su eventual salida de escena, hay que desearle suerte y que la naturaleza o el destino le sean benevolentes.

Pero su historia, cuando todavía está en curso, debiera servir para desempolvar lecciones que no han sido asimiladas, pese a ser tan repetidas. Que su salud le juegue una carta casi final cuando está en su apogeo político parece una ironía. Hace apenas dos años, su camino parecía totalmente llano. Había eliminado todos sus obstáculos. Los vientos soplaban a su favor y su rostro, sus gestos y su actitud eran de triunfo y de soberbia. La propaganda había puesto a Chávez junto a Dios. Y Chávez asumió ese papel y le dictaba normas de conducta y

comportamiento a la Iglesia. Hoy, el cáncer lo ha devuelto a la tierra y se aferra a la vida con los labios pegados a un pequeño crucifijo.

Es que de polvo somos y en polvo nos convertiremos, dicen las escrituras, y cualquier poder es siempre efímero...

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