En tiempos recientes la exageración se presenta en dosis elevadas, se difunde a los cuatro vientos y, de esa manera, pone en tela de juicio (e inclusive del ridículo), tanto los argumentos expuestos, como a los mismos protagonistas que, con poses exhibicionistas, llegan a la megalomanía y el culto a la personalidad.
Esas exageraciones forman una cadena de afirmaciones que van, además, de lo cómico a lo trágico, lo cual destruye el éxito y, por tanto, origina la derrota. Exageraciones tales como “hemos entrado a la época atómica”, a “la era eólica”, que el gobierno se ha vuelto un “referéndum mundial”, que estamos “en el nivel de Suiza”, que el Presidente es “un Cristo” redivivo y otras lindezas constituyen exageraciones que serían emitidas por la creencia de una supuesta cierta ignorancia o inocencia de la población boliviana, que aceptaría todo lo que se le dice.
No sólo se trata de hacer referencia a grandes exageraciones, sino también a las pequeñas, que son tan peligrosas o quizás más que aquéllas, pues exagerar, aunque sea poco, es precisamente reducir a polvo todo lo que se podría haber avanzado y poner a salvo los argumentos contrarios. Una exageración, como la del presunto “éxito” del Dakar, aunque fuese pequeña, tiene en general un peligro inmenso.
Esa actitud, convertida en un deporte, que se dirige a magnificar las cosas (y que es una manifestación de falta de respeto al prójimo, en una sociedad donde el respeto es prioritario) ha aparecido sin control, como una ola de exageraciones que desconoce la mínima responsabilidad y determina un resultado contrario al que desean sus brillantes cerebros.
Pero como domina el espíritu del “tiempo de las cosas pequeñas” -según figura literaria de un intelectual progresista-, también se cae en otros extremos como la vacilación, el escapismo y minimizar lo que es verdaderamente verídico y grande. Son enunciadas deducciones falsas que llegan a la mendacidad y el sofisma, defectos que en política son simples artimañas o bien manifestaciones de puerilidad. Entonces se deriva en la exageración, actitud con la que se olvida los límites y las condiciones del empleo adecuado de la lógica y aun del lenguaje.
Las exageraciones pueden tener algún efecto a nivel local. Basta recordar el caso que alguna vez se registró en nuestro país, cuando se creó la falsa imagen de que se tenía “el mejor ejército de América”, que “cualquier enemigo sería derrotado”, que el ejército era “invencible” e iba a llegar a paso de parada hasta la capital enemiga donde se produciría su rendición incondicional. Pero cuando llegó el momento de la verdad, ninguna de las exageraciones tuvo el menor valor y sobrevinieron, en cambio, unas tras otras las derrotas, hasta el desastre final.
La exageración es, pues, por pequeña que fuese, un error que conduce al fracaso y por ello es importante tener una actitud crítica ante los propios errores, pero en particular ante el mencionado. En forma general, en el ámbito partidario se debe aprender a combatir las exageraciones que atentan contra nuestra cultura y educación públicas. Es más, es preciso no sólo corregir ese defecto, sino evitar repetirlo.
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