Según una propaganda difundida por la televisión, y no desmentida por nadie, más de dos millones de bolivianos han emigrado a otro sitio en busca de mejores condiciones de vida; esto significa que cerca del 25 por ciento de la población ha abandonado Bolivia. Quienes lo han hecho son sobre todo albañiles, electricistas, plomeros, señoras que han ido a atender a ancianos o cumplir funciones domésticas, los cuales han dejado familia e hijos con todo el dolor de su alma, y lo han hecho porque se sentían económica y socialmente insatisfechos con el futuro que les esperaba.
Para emigrar, la persona debe vencer una crisis humana que la obliga a dejar cuanto ama: familia, amigos, patria; finalmente da el salto en el vacío, vende algunas de sus posesiones o se endeuda a cuenta de dinero que espera recibir en el sitio a donde se dirige. Sale de su país oscilando entre la esperanza de una nueva vida y la angustia ante lo desconocido: ¿cómo seré recibido?, ¿tendré éxito en ese lugar? Junto con su pequeño equipaje lleva el invisible bagaje de su cultura: acento con el cual habla un idioma, costumbres, mentalidad; que lo envuelve en una atmósfera espiritual y choca con la cultura del sitio donde es recibido, no siempre de buena gana. Nueva crisis existencial que lo agobia junto con los problemas administrativos, trámites, búsqueda de trabajo, etc.
Vencido el primer obstáculo, trabajando ya en la nueva realidad, se da cuenta que debe adaptarse a las normas y hábitos del entorno socio cultural en el cual está; percibe que su forma de hablar es una barrera que lo aleja del nativo y le trae problemas. Nueva crisis de identidad: ¿quién soy?, ¿un boliviano en otro sitio, o una persona que no es aceptada en este país? ¿Voy a perder mi acento y con ello mi sentido de pertenencia a una modalidad cultural? Si no lo hago voy a seguir siendo una persona de segunda categoría; y la exigencia de bienestar económico, que lo ha llevado a ese sitio lo obliga a comenzar su desculturalización, lenta, pero real. Poco a poco va perdiendo sus valores culturales para adaptarse mejor a la que la ha acogido; y, muchas veces, el rompimiento es definitivo, pues lleva a sus seres queridos a vivir con él, y se amoldan a su nueva realidad.
Los que añoran a su tierra sufren soledad, desencanto, crisis interna, ya que querrían estar gozando de su medio ambiente natural, pero al mismo tiempo se resisten al retorno por motivos económicos, las obligaciones que han contraído con sus hijos, otros familiares u otros motivos.
El actual Gobierno habla de descolonización, pero no encara políticas de retorno de los compatriotas migrantes que actualmente están siendo colonizados en el exterior, pues entregan su fuerza laboral, su condición humana, etc. a gente de otra cultura, que lenta pero inexorablemente les va inculcando valores distintos a los que han recibido al nacer y crecer en esta tierra, y de esta manera están siendo desarraigados de su ambiente espiritual, máxime si sus hijos asisten a los colegios de ese país y absorben los valores que allí se les inculca.
Hablamos de éxito económico, de que nuestras reservas han crecido considerablemente, que estamos exportando más, etc., pero no planteamos soluciones de retorno adecuado para quienes se han visto obligados a dejar hogar y patria. En los gobiernos dictatoriales se promulgó decretos para facilitar el retorno de los migrantes que quisieron retornar al país.
En los planes de crecimiento económico y laboral que se está planificando ¿se está previendo crear fuentes de trabajo para esos dos millones de migrantes, muchos de los cuales quisieran volver a su patria? ¿Se está haciendo algo para satisfacer la demanda laboral de quienes carecen de trabajo digno y no han salido del país? La respuesta la tienen los miles de empleados que trabajan bajo contrato temporal, sin derecho a seguridad social ni jubilación. ¿El socialismo del MAS permite la explotación del hombre por el hombre, siendo ésta una de las severas críticas de Marx al capitalismo?
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