A meses de la realización de elecciones, los diferentes grupos que terciarán en ese proceso deberían tomar en cuenta en sus programas e intenciones que para promover realmente el desarrollo económico, político, social y cultural del país deben apoyar sus conductas en el Derecho (Constitución y leyes) y nunca en el derecho de la fuerza, pues sólo el orden legal es el mejor filtro a través del cual toda política se transforma en práctica y servicio, ya que la fuerza de la Constitución y las leyes son las bases de las conductas morales hechas para el bien y en servicio participativo y solidario como efecto de una vocación de servicio y conciencia de país.
Las metas iniciales para cumplir todo programa de servicio a una comunidad radican en la salud, la educación y el empleo de la población; son tres factores que dan lugar al surgimiento de otras disciplinas que hacen que la vida no sólo tenga mejores expectativas sino mejores condiciones y realizaciones hasta convertirse en calidad de vida.
Poco, muy poco cumplen los políticos en nuestro país en los campos de la salud, la educación y el empleo aunque saben que todo ello es básico; pero, mientras hay campañas pre-electorales, todo resulta como el imán que atraerá electores. Una vez logrado el poder, las buenas intenciones se reemplazan con el populismo y la demagogia; en otras palabras, se olvida lo prometido y se actúa con miras sólo a asegurarse seguridad y continuidad en el poder.
La salud de la población puede definirse como básica para la vida porque las personas -especialmente niños- con buena salud, desarrollan sus valores con base en las virtudes que poseen, ven horizontes más claros a su vida y propenden a superar todo mal o dificultad que se les presente; encuentran, además, las fuerzas y condiciones para encarar debidamente la misión de vivir y servir, de ser útiles a su familia y a la sociedad agrandando las condiciones de su amor y entrega. La salud es vital para el desempeño humano y para el fortalecimiento social, cultural, institucional y abre los derechos de sentir que puede aspirar a superar la situación de los que han alcanzado sitiales de importancia y de los que aspiran a ello.
La salud implica contar con aptitudes y condiciones aptas para el estudio y es la educación un objetivo que deben cumplir los políticos porque pueblo sin educación está condenado a las sombras de la ignorancia, a posiciones de ser dependiente y a cerrarse al mundo que lo rodea. Sólo la educación abre las compuertas de la cultura y la civilización, muestra las propias virtudes que se hagan valores y da lugar a que se adquieran condiciones de honestidad y responsabilidad para encarar los desafíos de la vida y poner la propia al servicio de los demás porque la educación da como resultado que se anule el egoísmo, la negligencia, la ineptitud, la ignorancia y todo lo que anula al ser humano y lo hacen inconsciente sobre la realidad de su propio entorno.
Finalmente, salud y educación se amalgaman perfectamente para encarar los desafíos de la existencia; ambos valores permiten desarrollar la capacidad de observación, de creación, de trabajo y da condiciones de fortaleza para superar dificultades. Todo ello puede ser básico para crear riqueza que genere bienes y, lo más importante, empleo que sirva a la familia y al propio desarrollo y superación. El empleo es básico y hasta otorga dignidad a quien lo realiza ya que, de otro modo, surgen los complejos, las desilusiones, el estancamiento de las virtudes y la capacidad para vencer dificultades porque el problema de la resignación implica rendirse ante lo fácil y difícil porque se renuncia a las propias fuerzas y facultades. El empleo como trabajo, como forma de darse a una causa, objetivo o fin, es honroso, constructivo, dignificante, comunicativo y amplía los horizontes para encarar desafíos que pone la vida.
Campañas que sean realidad en la práctica sobre salud, educación y empleo son objetivos que deberían cumplir nuestros políticos de todos los partidos si quieren cumplir con una vocación -que deberían tener- de servicio, de entrega, de esfuerzos y hasta sacrificios en pro del país al que quieren gobernar o contribuir desde cualquier situación pública para su engrandecimiento, para que goce de buena salud institucional, política, cultural, social y económica; un país al que debe dársele en lugar de exigirle como muchas veces se lo hizo hasta ahora; en otras palabras, hay que cambiar en pro de los demás dejando de hacerlo en provecho propio.
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