En todo tiempo y lugar, la improvisación siempre degeneró en fracasos y, en algunas oportunidades, en conflictos difíciles de solucionar. La improvisación es, generalmente, el recurso de quienes no saben -aunque hay muchos que creen saber sin saber nada y no toman en cuenta que solamente se sabe una cosa cuando se sabe y no hacer que se sabe cuando no se sabe-. El pretender saber lo que se ignora y aplicar ello a los hechos, es correr hacia el fracaso que tarde o temprano perjudicará al autor y, mucho más, a quienes son víctimas de esa ignorancia.
Los pueblos y naciones que han vencido graves situaciones de pobreza, subdesarrollo y dependencia, lo han hecho sobre la base de conocimientos, con examen consciente y responsable de las realidades que vivían y, sobre todo, con el hecho de haber estudiado, analizado y sopesado todo lo que precisaba remedios. Tomando conciencia de que no es posible conseguir éxitos en base a la ignorancia; pero quien no entiende esas realidades sólo ve beneficios para sí en desmedro del bien que merecen los demás.
En las políticas aplicadas a todos los pueblos ricos y desarrollados hubo exactamente conciencia de lo que se hacía porque se la tenía educada y se sabía las propias limitaciones y lo mucho que podían aportar los que sabían. La propia libertad y el sentido de justicia que debe regir la vida de los pueblos se basa en el conocimiento y no puede ni debe estar supeditada a la improvisación. Quienes aprenden deben hacerlo teniendo en cuenta que aprender sin pensar es inútil y pensar sin aprender es peligroso. El desconocimiento de lo que debe saberse, siempre conlleva consecuencias que son peligrosas y ello ha ocurrido en nuestra política partidista, por la que casi todos los gobiernos - constitucionales y de facto- han creído que “hacerse” del poder es suficiente y, una vez enfrentados a la realidad, encontraron múltiples problemas que precisaban soluciones y, para ello, conocimientos y saber conciencialmente qué es lo que correspondía hacer.
Vivimos un tiempo de preparación para las elecciones de octubre; ello implica que los partidos políticos y sus integrantes, con preferencia sus dirigentes, sepan qué es lo que buscan, qué querrían hacer, cuánto están dispuestos a darle al país, cómo están preparados para ello, cuáles son sus limitaciones y qué perspectivas tienen para encarar, honesta y responsablemente, los problemas que se les planteen. No corresponden las improvisaciones para tomar el poder por sí mismo sino como medio para servir y amar mejor al país y no llegar a la situación de servirse de él.
Hay cuestiones personales y de grupo en los partidos políticos que deben establecer, examinar, sopesar y ver realidades bajo la premisa de que el voto ciudadano implica confianza, credibilidad y fe del votante, partiendo del principio de que cada voto debe ser reflejo de la conciencia; en otras palabras, votar en conciencia y no por simples simpatías o intereses mezquinos porque el voto implica comprometer para gobernar, conducir los destinos del país sea desde cualquiera de los poderes del Estado, como son Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Hoy, a siete meses de las elecciones, los partidos políticos están enfrascados en buscar apoyos entre fuerzas con miras a formar un solo bloque; por su parte, el partido en el gobierno, MAS, está abocado a sanar las fisuras que tiene y, seguramente, hará todo para asegurarse una mayoría, siempre apetecida desde hace ocho años, en las bancas del Legislativo. Tanto el partido oficial como la oposición parecen estar muy lejos de las urgencias y problemas que es preciso resolver; poco o nada se sabe sobre sus intenciones, ofertas y programas; el pueblo ignora los pasos que se darán a partir de enero de 2015, cuando empiece una nueva gestión de gobierno. Se ve y siente una cadena de acusaciones y enrostramientos sobre lo que hacen las partes; pero nadie muestra soluciones a lo que se discute o es motivo de controversias o como parte del “darse sopapos por uno y otro lado”, como si los golpes bajos remediaran el estado de no tener conocimiento de lo que hay que hacer.
Será preciso que los jefes de los partidos políticos recurran a su propia conciencia y vean cómo están comportándose en este tiempo previo a las elecciones; que reconozcan si satisfacen o contentan al pueblo que votará por ellos con lo que hacen y dicen. Urgente es que los jefes políticos comprendan que el poder del Estado no implica sólo lo económico sino que tiene muchas facetas que será preciso entender y atender y, una de ellas, conocer y entender una vieja y constructiva frase: “El dinero hace hombre ricos; el conocimiento hombres sabios, pero la humildad hace grandes hombres”. Para entender esto, son precisas las virtudes de la humildad y la sapiencia, sin ellas, serán dominados por la soberbia que es cimiento de todos los males.
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