La campaña política para las elecciones de octubre próximo se ha desatado con tan inusitada energía que llega hasta la violencia verbal, pudiendo verse que llegará a niveles notables en próximos meses. Ese resultado será, sin embargo, producto tanto de los errores del Gobierno como de la oposición, que se esmeran en caer en actitudes y declaraciones que no contribuyen a conseguir el clima de tranquilidad necesario para ese importante evento.
La oposición no alcanza a producir la unidad que afirma que necesita para obtener una victoria y, ante todo, carece de un programa que le permita unificar a las partes. No alcanza ese objetivo y sigue creyendo en la inefectiva fórmula de la “unidad por la unidad” sin programa mínimo. A la par, carece de orientación política, víctima de la total falta de perspectiva histórica.
Pero, si mientras por ese lado reina la desorientación, por el lado del Gobierno los errores no son de menor magnitud. En efecto, hace todo lo posible para debilitar sus cimientos y alentar el vuelo de los opositores que, finalmente, no son favorecidos por sus proyectos, sino por los del oficialismo. Veamos, en ese sentido.
Hasta hace pocos días, un político desplazado que vive en Estados Unidos estaba olvidado en absoluto. Pero, de pronto, autoridades política del Gobierno lo han desenterrado y convertido en el artífice de la política del país, capaz de manejar a los principales partidos de oposición, mostrarles los objetivos estratégicos, dictarles las tácticas que deben seguir para llegar al gobierno y unificarlos en un solo haz de voluntades. Es más, con esa actitud el aludido exiliado se ha convertido poco menos que en el “jefe” de la oposición, en el desideratum del proceso electoral que se está produciendo en el país. Así -gracias a algunos gobernantes- la oposición no sólo se ha unificado, sino también tiene ahora una cabeza visible con brazos que operan a su favor.
En realidad, la actual época política boliviana se caracteriza por ese tipo de errores que benefician a los contrincantes. Se recuerda el caso de un embajador de EEUU que actuó de manera tan poco sensata, que favoreció la elección de Evo Morales para Presidente, o el caso del extraño manejo político en Beni que hizo ganar al candidato opositor, y otros parecidos.
Esta época política, que se la puede calificar como “curiosa”, obtiene resultados diametralmente distintos a los esperados y el producto de maniobras absurdas beneficia a la parte contraria. Así, no sería de extrañar que, como van las cosas, tengamos el retorno de otros exiliados en países extranjeros, empezando por Goni, no tanto porque sea su deseo, sino por las garrafales malabares políticos de voceros oficiales que, con bombos y platillos, predican ir a la izquierda y marchan hacia la derecha.
Se puede concluir que en todas las épocas los errores políticos son producto de un “tiempo de las cosas pequeñas” y de la psicología de las masas pequeño-burguesas, que no sólo han perdido la fe, sino el horizonte histórico. Por tanto, es oportuno recordar que los dioses ciegan a los hombres cuando quieren perderlos y, más aún, cuando, al calor de una situación efímera y bonancible, se ha institucionalizado la política del “llunkerío”.
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