Estudios realizados por técnicos de la ONU, a través de la Organización Mundial de la Salud y otros organismos, han establecido que no sólo el hambre es causante de muerte, sino que la malnutrición y la obesidad o exceso de peso en las personas resultan ser obstáculo para una buena salud. Señalan esos estudios que casi un tercio -2.500 millones de personas- sufre sobrepeso u obesidad debido a la ingestión desordenada de alimentos, especialmente grasas, tubérculos, harinas, bebidas gaseosas y la llamada “comida chatarra” que cobra diariamente miles de vidas.
Estados Unidos, Brasil y México, en el continente americano, encabezan la cantidad de obesos que, irresponsablemente, destruyen sus vidas. Los demás continentes, incluidos muchos países señalados como pobres y hambrientos, sufren las consecuencias de la malnutrición y, en muchos casos, de obesidad crónica. Lo grave de estas situaciones es que el mal se desplaza al sector de los jóvenes que no tienen disciplina ni condiciones morales para rechazar lo que los daña y puede acortar sus vidas. Según estudios por regiones, Naciones Unidas establece las siguientes estadísticas: “…en América Latina el 57,1% de los hombres y el 65,2% de las mujeres padecen obesidad o sobrepeso. En las regiones sureñas del continente el 60% de hombres y el 53% de mujeres tienen problemas de exceso de peso u obesidad; Brasil muestra cifras alarmantes: 52,5% de hombres y 58,4% de mujeres. Estados Unidos presenta cuadros máximos: puesto que concentra el 13% de la población mundial; China e India representan el 15% del dato global”. Los estudios muestran que la obesidad y el sobrepeso causaron tres millones cuatrocientas mil muertes el año 2010 tan sólo debido a enfermedades cardiovasculares. Finaliza el estudio con esta frase: “Si no se contiene este mal, provocará un fuerte descenso de las esperanzas de vida”.
Lo cierto es que, en el entendido de quienes ven obesidad o aumento de peso en el seno familiar, establecen que ello es debido, especial y definitivamente, a la falta de conciencia y de principios de los adictos a la alimentación desmedida bajo criterios absurdos de que “su vida es de ellos (las víctimas) y pueden disponer de ella”; lo hacen entendiendo que poco o nada les importa el criterio o razonamiento de quienes los quieren y buscan por todos los medios que se abandone prácticas consumistas que causan daño, atentan contra la vida y complotan contra la familia.
Dos terceras partes de la humanidad está en el mundo pobre y subdesarrollado, parte de él está en las redes de la obesidad y la malnutrición; los gobiernos tendrán que estudiar medios para combatir el hambre de su población y crear sistemas que eviten la proliferación de personas con exceso de peso que, en sus consecuencias, atentan contra la tranquilidad y seguridad de todos.
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