Cartas
Señor Director:
A fines del Siglo XIII surgió un movimiento eucarístico en Lieja-Bélgica, que dio lugar a costumbres como la exposición y bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de campanillas durante la elevación de la eucaristía en la misa.
Santa Juliana de Monte Comilión, prioria de la Abadía, tuvo una visión referente a la celebración del Corpus Christi en su diócesis. El Papa Urbano IV por medio de la bula “Transiturus de Hoc Mundo” extendió dicha festividad a toda la iglesia. El Papa Clemente V en el concilio de Vienne (1311) ordenó la adopción de esta fiesta. En 1517 el Papa Juan XXII promulgó la extensión de la fiesta a toda la Iglesia. El concilio de Trento declaró que todos los años se celebre el sacramento de la eucaristía con solemnidad y que sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos.
La eucaristía es el sacramento central de la vida de los bautizados y confirmados. En la comunión recibimos a Jesucristo, vivo, verdadero, con su cuerpo y sangre, alma y divinidad. La iglesia manda comulgar por lo menos una vez al año, en estado de gracia, y si es posible, siempre que se asista a la celebración de la misa dominical para que la participación en el sacrificio de Jesús sea completa.
Las costumbres son diferentes en Corpus Christi, en esta fecha se consume frutas, maní, pasankallas y diferentes platillos donde la consigna es mimar el cuerpo. La procesión con el Santísimo es un homenaje agradecido por la presencia de Cristo en la eucaristía.
David Espejo
O.F.S.
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