Conductas que hacen “crecer” a partidos

Los procesos electorales generalmente se convierten en campo de acusaciones, observaciones, contradicciones de una u otra parte, muestras de soberbia y de mucho creer en adeptos que, siempre inclinados en la balanza, tratan de mostrar virtudes donde no hay y, en su caso, inventar defectos, errores o faltas de los que están en contra de a quien se sirve. Todo eso ha determinado la presencia de situaciones en las que se concluye que las partes, por atacarse entre sí, lo que hacen es favorecer a uno u otro; en otras palabras, se convierten en propagandistas de la parte contraria.

Vivimos tiempos en los que los errores de conducta vulneran las bases de los propios partidos; por un lado, el oficialismo que ataca a los componentes de la oposición por todos los flancos; por otro, hasta les busca “jefes o conductores” de campaña desde tierras extranjeras, mostrándolos como consejeros de lo que se debe hacer en la campaña: por un lado, atacan lo que hace el Gobierno y, por otro, muestran incoherencia de la oposición y dándole consejos.

Parece que la ausencia de programas, intenciones, ideas y criterios sobre lo que debe hacerse en el país, ha llevado a las partes al simple ataque, a la denostación de los contrarios y, sin ninguna consideración ni respeto por el pueblo, van y vienen las acusaciones por lo hecho en anteriores regímenes o por todo lo que hizo el Gobierno en ocho años. ¿Qué se busca?

Conviene no olvidar que las pretendidas campañas contra algún candidato, especialmente del oficialismo, realizadas hasta por diplomáticos extranjeros, han resultado favorables a quien se atacaba. Esto es lo que ocurre en la actualidad: el Gobierno hace hasta lo imposible por conseguir el crecimiento de la oposición, y ésta, no trepida en mostrar lo que en su momento debió criticar, censurar, condenar y sugerir, en actitud de desprendimiento y muestra de honestidad, remedios para lo mal hecho y correctivos para aquello que esté regular o bien hecho. Lo importante en las partes discordantes es hacer ver a cada parte como indigno de intervenir en las elecciones y lograr algún lugar de importancia porque no siempre se trata de alcanzar la presidencia de la República, sino de buscar sitiales de presión desde el Legislativo.

Los yerros político-partidistas son propugnadores y autores del crecimiento de sus contrarios; pero, por la obnubilación que nunca es buena consejera, no se ve “más allá de las narices” y se hace todo lo contrario a lo que las intenciones pretenden alcanzar. No hay políticas claras, no hay ideas ni programas que den esperanzas a los electores; abundan las controversias y el oficialismo también se contagia y muestra fisuras en sus filas aunque, aparentemente, no tienen importancia. La oposición, en concordancia con el Gobierno, busca “resucitar” a figuras a las que se daba por obsoletas y que nunca volverían a tener situaciones de preminencia en las cuestiones políticas del país; así, como van los hechos, nada raro sería que las “resucitaciones” alcancen a ser realidad, puesto que si se empieza con las ideas y los simples “consejos”…