Ricard Ruiz describe al futuro como una “distopía”

Por : Laura Fernández

Barcelona (Agencias).- Como una sociedad indeseable. Una sociedad futura e inevitablemente indeseable. Así se presenta la palabra ‘distopía’ ante el mundo. Una sociedad en la que las redes sociales han evolucionado hasta el punto de incluir a recién nacidos (he aquí lo que imagina y construye Laura Gallego en ‘WeKids’), una sociedad en la que una extraña epidemia, iniciada por algo tan ridículo como un puñado de plantas de eucalipto, ha casi extinguido a la totalidad de la humanidad (Marc Pastor ha imaginado cómo continuaría su novela ‘El año de la plaga’ en el relato ‘Camp century), y otra, las más oscura de todas, en la que, como en ‘Water World’, de Kevin Costner, el mundo se ha inundado y convertido, sin más remedio, en un interminable atasco de pateras (eso cuenta Emilio Bueso en ‘Al garete’). Todas ellas, sociedades indeseables que conviven (colisionan) en la ambiciosa antología ‘Mañana todavía’ (Fantascy), comandada por el periodista y escritor Ricard Ruiz.

Para Ricard, “la distopía no es sólo un género de moda auspiciado por éxitos como el de ‘Los juegos del hambre’ de Suzanne Collins y sus sucedáneos o de series y películas como ‘Black mirror’. Más allá de tales tendencias, como periodista y como escritor estoy convencido de que nuestra sociedad actual está preocupada por el futuro, y no sólo por la crisis (que también): de las amenazas totalitarias al cambio climático, y del hiperdesarrollo de las tecnologías de la información a la pérdida de prestigio de las humanidades en general y de la literatura en particular, creo que existen motivos suficientes para que miremos hacia el mañana sin la confianza que tuvieron en él otras generaciones”. “De hecho”, añade, “no me parece casualidad que los tres subgéneros más en boga de la ciencia ficción sean hoy en día la distopía, la ucronía y el retrofuturismo o ‘steampunk’”.

¿Por qué? Muy sencillo, contesta. “El primero pone en tela de juicio el progreso, sea como denuncia o por función catártica; el segundo intenta reescribir el pasado para imaginar otros desarrollos de la historia; y el tercero recupera los tiempos en que aún creíamos que el futuro era prometedor”, añade. Los tres subgéneros, considera, “denotan una relación conflictiva con nuestro presente”. Desde ese punto de vista, “me pareció que invitar a una docena de autores ya bregados en el género de nuestro país, pidiéndoles si quierían escribir una distopía para el siglo XXI, era un ejercicio necesario para ofrecer una alternativa a la mirada que sobre esta cuestión están ofreciendo los autores realistas”. Así empezó todo. Y visto el resultado, Ricard considera que “tiene algo de histórica: nunca se ha hecho algo así en el género, y además me parece tremendamente oportuno que haya aparecido en el contexto actual”.

Marc Pastor, uno de los autores de la antología, en la que también figuran, además de los mencionados, Susana Vallejo, Féliz J. Palma, Elia Barceló y Juan Jacinto Muñoz Rengel, entre otros, asegura que llegó al mundo de las distopías vía el juego de rol ‘Paranoia’, en los 90. “Antes jugué a ser Winston Smith que enfrentarme a la novela de Orwell”, admite, y añade: “Crecer durante los 80, en un mundo que soportaba los últimos coletazos de la Guerra Fría, con Reagan, Thatcher, Gorbachov y el Alatoyá Homeini permanentemente en las televisiones, tenía algo de apocalítpico. Internet era un embrión en cuatro ordenadores militares y la televisión lo era todo. Viéndolo en perspectiva, creo que llevamos unas cuantas décadas que apuntan a un futuro próximo extremadamente distópico, sin llegar a caer en él. ¿O lo hemos hecho ya?”.

Amante del género y lector, dice, de la trilogía fundacional del subgénero distópico (a saber: ‘Fahrenheit 451’, de Ray Bradbury, ‘1984’, de George Orwell, y ‘Un mundo feliz’, de Aldous Huxley), Pastor quiso, en ‘Camp Century’, “subvertir una de las reglas del género”. “Normalmente, en cualquier distopía, los libros nos hacen humanos y, por extensión, libres. La lectura libera de las garras del autoritarismo. He intentado dar un vuelco de 180º y convertir a la lectura en una especie de esclavización para los hombres”, sentencia.

¿Y por qué ha vuelto al mundo de ‘El año de la plaga’? “Porque me apetecía mucho. Y lo ideal era situar la acción unos cuantos años después de esta. Localicé una base nuclear real en Groenlandia donde situé la acción (me gusta esa unidad de espacio reducido para las tiranías, la opresión, la sensación de asfixia), y puse como contrapunto los paisajes helados de Islandia o los países nórdicos, con esos horizontes inabastables y vacíos”, contesta.

El autor de ‘Bioko’, que está deseando hincarle el diente a lo último de la rusa Anna Starobinets, ‘El vivo’ (Nevsky Prospects), una durísima distopía que hace pedazos un mundo en el que un extraño comunismo ha convertido a sus habitantes en parte de un todo que jamás ha existido. En su opinión, si algo tienen en común las ficciones distópicas de hoy es “la conexión permanente entre individuos, el anonimato y las posibilidades de las últimas tecnologías”. “Tal es el caso de muchos de los episodios (si no todos) de la miniserie británica ‘Black Mirror’. Y el de los cuentos aparecidos en ‘Mañana todavía’, donde cada autor no solo deja su huella personal si no que aporta una visión totalmente distinta a ese futuro temible”, apunta.