• Con los últimos descubrimientos presentados esta semana, la Sima de los Huesos se confirma como el mayor tesoro paleoantropológico del mundo.
(Agencias).- Pocas áreas científicas resultan tan estimulantes para la imaginación como las relativas a los orígenes, y entre ellas ninguna nos afecta tan de cerca como la evolución humana.
Cuesta creer que hace solo un siglo y medio, cuando Darwin publicó su teoría de la evolución en el origen de las especies, la mera idea de que los humanos actuales procedieran de los monos era una herejía, literalmente, y que las evidencias fósiles de formas intermedias tardarían aún muchos años en descubrirse y aceptarse. Si Darwin y los demás científicos de la época hubieran podido conocer los yacimientos de Atapuerca, todas esas dudas habrían quedado despejadas de inmediato.
Con los últimos descubrimientos presentados esta semana, la Sima de los Huesos en Atapuerca se confirma como el mayor tesoro paleoantropológico del mundo.
En una disciplina donde no es infrecuente que los investigadores tengan que deducir sus conclusiones a partir de un par de falanges de la mano o un fragmento de mandíbula, disponer de 17 cráneos humanos en buen estado de conservación pese a su casi medio millón de años de antigüedad va más allá del sueño más osado de cualquier paleontólogo.
Pero eso es lo que Juan Luis Arsuaga y sus colegas de medio mundo han atesorado en la Sima.
Con ese material, han puesto el foco sobre ese periodo crítico de la evolución humana con una precisión sin precedentes. Los cráneos, de unos 430.000 años, muestran una cara y unos dientes que los sitúan claramente en el linaje neandertal, aunque una forma general más arcaica.
Los neandertales propiamente dichos tardarían aún cientos de miles de años en aparecer, por lo que los científicos piensan que los humanos de la Sima de los Huesos tenían relación con sus ancestros, aun cuando no lo fueran directamente: creen por tanto que la Sima ilumina los inicios de la evolución neandertal, y que este no fue un proceso uniforme y continuo, sino un ejemplo de la llamada evolución en mosaico, con distintos rasgos apareciendo en distintos tiempos. Y con varias especies humanas coexistiendo en el mismo espacio.
Atapuerca ha multiplicado el conocimiento sobre la evolución humana, y todavía no ha dicho su última palabra: la investigación sigue.
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