Reciclaje en Kenia
Nairobi.- La vida de muchas mujeres de las favelas de Nairobi que recogían residuos electrónicos, altamente tóxicos pero muy valiosos, ha cambiado con el nuevo centro de reciclaje instalado cerca de la capital keniana, que procesa la chatarra y cuida el medioambiente, pero también a su comunidad local.
Subsistir en los vertederos no es fácil, especialmente para las mujeres que buscan todo el día objetos con algún valor entre la basura, por lo que la planta de reciclaje del Este de África (EACR, en sus siglas en inglés) ha conseguido proporcionarles un trabajo estable y seguro para su salud.
“Hemos establecido puntos de recolección que protegen el medioambiente y proporcionan incentivos económicos para las comunidades locales, a las que se les garantiza un precio justo y transparente”, explicó a Efe el director general de la EACR, Robert Truscott.
Así, restos de ordenadores, televisores, teléfonos móviles o frigoríficos, con un gran valor de reventa, se han convertido en una importante fuente de ingresos para muchas familias de las chabolas de Kibera y Mukuru, donde la mayoría de su población vive con menos de un dólar al día, y del más acomodado barrio de Eastleigh.
Desde el pasado diciembre, más de cien personas -la mayoría de ellas jóvenes y mujeres- han sido contratadas como recolectores en estas zonas.
En el centro de recogida de Mukuru, cerca de Dandora, uno de los vertederos más grandes de Kenia, 43 personas -veinte de ellas mujeres- recogen diariamente residuos y los procesan para la EACR.
“La vida de muchas familias de Mukuru ha cambiado con la llegada de la EACR, que les proporciona un contrato y un salario con el que poder pagar la comida y el colegio de sus hijos”, explicó Bernice, una mujer que integra el Proyecto de Desarrollo de la barriada de Mukuru (MSDP, en sus siglas inglesas), colaboradora con el centro de reciclaje.
Aunque el valor de reventa de estos productos varía según su calidad, Bernice apuntó que los recolectores pueden ganar hasta 500 chelines al día (algo más de 4 euros), en un país donde el salario mínimo interprofesional ronda, de media, los 7.000 chelines mensuales (unos 60 euros).
Es el caso de Lucy, soltera y madre de dos niños, que hace tan solo unos meses sacaba, a duras penas, adelante a su familia con los 100 chelines (unos 83 céntimos de euro) diarios que conseguía al recoger basura de la calle.
Gracias a su nuevo trabajo en la planta, puede ganar hasta cinco veces más cada día.
Para otras, sin embargo, este empleo es un suplemento económico con el que pueden contribuir a la economía familiar, sustentada tradicionalmente por sus esposos.
“Estoy muy feliz de poder trabajar y poder ayudar económicamente en casa”, comentó a Efe la joven Gin.
Lo mismo le ocurre a Joyce, que, antes de formar parte de la EACR, no encontraba trabajo y su familia sobrevivía con los escasos ingresos de su marido.
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