Cuando todavía lucía mi indumentaria invernal compuesta de calzoncillos largos de lana y camiseta del mismo material, cual visten los Diablos de Oruro, apareció en mi alcoba conyugal mi temeraria comadre Macacha al grito de “japi niu yiar”, anunciándome la llegada del año nuevo número 5522, según los cálculos realizados por eminentes astrólogos aparecidos por arte de magia cuando llegaron al Poder los sacerdotes del dios sol para enseñarnos que un ilustre hijo de Orinoca salvaría no sólo a Bolivia sino al mundo.
No quise desaprovechar la oportunidad de abrazar a una cholita cochabambina en mi santa alcoba por este inesperado año nuevo y cubriendo mis calzoncillos largos con una wiphala, la estreché entre mis brazos fuertemente, diciéndole con euforia “feliz año nuevo aymara, comadritay y que el dios sol nos caliente siempre y que sus primeros rayos nos comuniquen su energía para seguir trabajando juntos en nuestras tareas periodísticas… y también bailables”.
Luego, orgullosos de nuestra estirpe andina, comenzamos a conocer las noticias periodísticas más importantes, entre las cuales sobresalía la del Año nuevo aymara 5522, manifestándome la cholita de Quillacollo que yo -seguramente- conocía los hechos más sobresalientes realizados por la raza aymara en tan largo lapso, manifestándole con tristeza y serenidad que como nuestros antepasados aymaras no sabían leer ni escribir, sus históricas proezas no están relatadas por ninguna historia universal, lo cual nos parece una barbaridad, de la cual deberíamos quejarnos a la Unesco, o por lo menos a Evo Morales, nuestro Presidente Vitalicio, o a su ministro de Cultura, Sr. Groux, u otro personaje que lo sabe todo por ser el hombre más leído de Bolivia, como lo es el señor Álvaro García Linera que ha leído miles de libros, dejando a los aymaras con muy pocos, hasta que llegó la cultura aymara a ser reconocida como una de las más importantes del mundo y las más antiguas, pues pocas son las que sostienen que ellos ya están viviendo hace 5522 años.
Después de quedar anonadados al saber que pertenecemos a una cultura tan remota, propuse a mi comadre de Quillacollo viajar a Tiwanaku para recibir los primeros rayos solares en la madrugada del gran día, para obtener la energía necesaria que nos permitiría resistir las elecciones amañadas del mes de octubre, pero la cholita cochabambina que es sabia me respondió con su habitual desparpajo: “no, compadrituy, porque yo no creo en esas macanas o tonterías, ahora mismo nos vamos a Quillacollo porque se aproxima la fiesta de la Virgen de Urkupiña y allí comeremos, beberemos y bailaremos y que después nos quiten lo bailado, se lo dice su comadre Macacha; ya sé que usted me dirá que no tiene dinero, pero yo le contesto: mientras viva su comadritay nada le faltará en este año del Señor que es el 2014 y no el imaginario del 5522 que inventaron los aymaras de este tiempo, sobre todo a partir del año 2006”.
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