Las autoridades encargadas de la producción agropecuaria del país han estado pregonando desde seis a ocho años atrás que uno de sus objetivos era mejorar la producción agropecuaria y en especial la de café, con el objetivo de asegurar así la alimentación de la población, suspender las importaciones de artículos esenciales de la canasta familiar, rebajar los precios, abastecer los mercados de consumo y otras lindezas.
Pero, pasado ese tiempo y cuando se debió encontrar los centros de venta de productos abarrotados de café, fruta, papa, trigo, maíz, etc. ahora se observa que, lamentablemente, nada de eso ha ocurrido y, al contrario, las informaciones oficiales afirman que la producción de algunos artículos alimenticios continúa en descenso y el Gobierno se ve obligado a hacer grandes importaciones de esos productos, imprescindibles en la mesa del pueblo.
Pero el caso más destacable de este decrecimiento de la producción de alimentos es el que se refiere al café, que, según la Federación de Caficultores, se encuentra en permanente descenso y que, en forma específica, últimamente se redujo en alrededor del 50 por ciento, porcentaje que tiene visos de una calamidad agrícola.
En efecto, según esa entidad cafetalera, mientras entre los meses de enero a marzo de este año se exportó 687 toneladas de café en grano, en el mismo período de tiempo del año 2013, la exportación fue de 1.256 toneladas, vale decir que esa actividad comercial se redujo en proporción considerable, que está lejos de las afirmaciones de los funcionarios ministeriales que, con notable mitomanía, aseguran que la producción de alimentos está mejorando.
La caída de la producción cafetalera en comparación a la de hace diez años, es más destacable, pues se produce en momentos en que la cotización internacional de ese grano ha alcanzado niveles elevados y que, por tanto, debía estimular a los agricultores para mejorar el rendimiento de sus tierras. Sin embargo, al contrario de toda expectativa, lo que se viene a descubrir es que ocurre todo lo contrario, lo que finalmente querría decir que la agricultura de café se encuentra en notable decadencia.
Sin embargo, si bien los datos estadísticos tienen importante significado, lo que se debe ver es el origen del problema, es decir las causas que determinan que la producción del grano de oro se vaya poco menos que a pique. Al respecto, las personas que conocen las zonas cafetaleras aseguran que el fenómeno del derrumbe de la producción de café se debe a la inseguridad jurídica en que viven los productores de alimentos, lo cual determina que no tengan la renta que da el cultivo de la tierra.
Otro aspecto se destaca en la caída de la producción de café y es que mientras la de este grano sigue cayendo, el cultivo de la hoja de coca sigue aumentando, con el agravante de que esta última labor se extiende sobre áreas donde se ha erradicado el cultivo de café y otras frutas. En efecto, los campesinos, en vista de que tienen altos beneficios con la agricultura de la hoja de coca, no tienen las mismas ventajas con el cultivo de café y otros frutos, debido a que éste no produce renta y los obliga no sólo a buscar otros cultivos, sino también a abandonar la tierra y trasladarse a las ciudades donde, equivocadamente, creen que van a resolver sus dificultades económicas.
En esa forma, el caso de la agricultura del café es paradigmático y revela que los problemas agrarios del país, lejos de resolverse, continúan vigentes y sin esperanza de encontrar solución bajo el régimen actual.
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