El Presidente del Estado Plurinacional el día 2 de agosto, al conmemorarse la medida revolucionaria de la Reforma Agraria ejecutada por el primer gobierno de la Revolución Nacional en 1953, en los campos de Ucureña, en sus permanentes discursos pretendió restar validez a la medida revolucionaria por la que se entregó tierras a los campesinos bajo el principio: “La tierra es de quien la trabaja”, redimiendo de esta manera la situación de los campesinos bolivianos, que se encontraban secularmente convertidos en siervos de la gleba.
Antes ya el caudillo del proceso de cambio había formulado críticas a otra de las históricas medidas, la nacionalización de las minas, por una política de desconocer la historia y peor aún, un hito como fue la revolución de 1952.
La pretensión de restar valor histórico a la Revolución Nacional seguramente se debe al origen “falangista” del partido de gobierno, pues un sector reducido de falangistas se autodenominó movimiento al socialismo, y la misma falange era falange socialista, aunque su socialismo no era marxista, más al contrario, el falangismo fue anticomunista. Los mismos colores celeste y azulado que identifican al “masismo” se originan en el color de la falange que durante más de 40 años la identificó, lo que no implica que estemos descalificando al partido de Únzaga de la Vega, que hizo dura oposición al MNR y mantuvo sus principios hasta la muerte de éste. Los que luego se convirtieron en socialistas comunistas, allá ellos.
Otro de los argumentos para descalificar a la Revolución Nacional, que esgrimió el caudillo presidente del régimen de los cocaleros, fue que ya antes, algún intelectual de los años 20 del pasado siglo proclamó tierras al indio y minas al Estado (el polemista Tristán Marof en su folleto “La Justicia del Inca”), olvidando que lo importante es hacer, aunque la teoría haya sido antes expuesta.
La Revolución Nacional se originó en las trincheras del Chaco en la Guerra con el Paraguay, cuando los luego fundadores del MNR se percataron de que no existía la Nación boliviana, pues los combatientes de origen indígena no sabían por qué estaban luchando y en las mismas trincheras se hablaba varios idiomas. Este proceso sigue vigente, con avances y retrocesos, aunque su instrumento político, el MNR, no esté en el poder, porque pese al planteamiento de las 36 naciones con territorio propio, autogobierno, idioma, etc., la Nación boliviana tiene que seguirse construyendo, hasta llegar a considerarse como un Estado Nación.
El hecho de que existan diversos grupos sociales con su propia cultura (entre ésta el idioma), el sentido de pertenencia a la Patria boliviana por encima de distingos supuestamente raciales, es el camino a completar la obra de los protomártires de la independencia y de los gobiernos nacionalistas de nuestra historia.
Nuestra amada Bolivia es el producto de nuestra historia, con sus luces y sombras, éxitos y derrotas, errores y aciertos, desconocerla resulta una postura que daña los cimientos de la Patria misma, más aún cuando los actuales gobernantes son fruto de las medidas de la Revolución de Abril, que dio a los campesinos los más plenos derechos ciudadanos con el voto universal, tierras para su sustento con la Reforma Agraria, educación con la Reforma Educativa, la propiedad de las minas para el Estado, que consoliden nuestra soberanía, y aun cuando estas medidas no sean del agrado de algunos, son patrimonio de todos.
Nos llama la atención que el caudillo presidente que se identifica como indígena (aunque ningún idioma vernacular hable), desconozca un hecho de trascendencia histórica, cuando él es producto de las medidas revolucionarias, la ciudadanía plena y su incorporación a la nacionalidad. Ya en los años de la revolución hubo ministros, diputados y funcionarios de origen indígena, la lista es larga.
Los recientes adjetivos contra el líder de la Revolución Nacional y declarado el “hombre del siglo” (referido al Siglo XX), Víctor Paz Estenssoro, por el Ministro de la Presidencia en actuales funciones, al presentar un trabajo escrito sobre las agresiones de Norteamérica contra Bolivia, no hacen mella a la figura del jefe de la Revolución Nacional (la única después de la revolución independentista), ya que los comunistas fueron siempre enemigos del nacionalismo, pues no debemos olvidar que fueron los que colgaron a Gualberto Villarroel, precisamente por proclamar las medidas que luego se hicieron realidad en el proceso de la Revolución Nacional.
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