Juan Bautista del C. Pabón Montiel
En uno de sus libros el premio Nobel de Literatura Mauricio Maeterlick cuenta, apoyándose en una novelista inglesa con una grande imaginación (*), que un día los “muertos cansados de la vida disoluta, de las borracheras de los vivos, la concupiscencia y el libertinaje decidieron arrinconarlos a palos a los vivos, para escarmentarlos con el fin de que vivan una vida decente. Finalmente, los muertos y los vivos, acordaron un armisticio en que los seres vivientes se comprometían en adelante a ser mejores y dejar su vidas pecaminosas”.
En este “candombe nacional” electoral, don Juan del Granado denunció que 300 muertos están inscritos en los registros, incluido uno como jurado electoral. Naturalmente, no habla de todos los muertos enterrados en cementerios provinciales y clandestinos, que son muy comunes en estos tiempos de carestía; y pueden resucitar y votar a favor de don Evo.
La noticia, amables lectores, no es novedosa, menos un misterio. Es parte de la soberbia e incontenible ansia de retener el poder a toda costa, añadida la chanchulla, porque el gobierno masista por ninguna razón dejará el poder. Sostenemos nuestras afirmaciones: don Evo no soltará el poder, ¡pierda, gane o empate!
Nuestras conclusiones se fundamentan en las mismas palabras del gobernante: “Vininos a quedarnos quinientos años”; amén del fundamentalismo en nombre de nuestra raza aymara, olvidando que los mestizos somos los constructores de la nación y lo menos que nos toca es no mendigar el poder, sino conquistarlo con armas nobles y decentes.
Haciendo un paréntesis, les diremos que no tenemos la ironía, menos el humor elegante de don Alfonso Prudencio Claure, conocido como Paulovich, en su columna “La Noticia de perfil”. De ninguna manera, pero como el Alcalde de Nuestra Señora de La Paz, don Luis Revilla es de los “Sin Miedo”, que no tenga reparos en poner candados a todos los nichos de los muertos, con centinelas o inspectores de los cementerios a su cargo, con el fin que las buenas almas no cometan la imprudencia de salir al “toque de las trompetas del nuevo Jericó” y caigan las columnas del campo santo y corran nuestros amados difuntos a cumplir su deber ciudadano a favor del que sabemos.
Final: son tiempos de lo increíble, en los que en particular el Tribunal Supremo Electoral no entiende que todo se sabe, y que pueden tramitarle gratuitamente la ilegitimidad y su posterior caída del régimen. ¿Dudan? Esperemos el final del montaje inmoral.
Referencia:
(*) Se trata de “La ciudad encantada” de la señora Olimphant, citada en la obra “Los senderos de la montaña”, de D. Mauricio Maeterlick, autor de la “Vida de las Hormigas” y la “Inteligencia de las flores”.
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