Desde abril de 1962, salvo un paréntesis entre 1975 y 1978, Bolivia y Chile, países que comparten una frontera común, no tienen relaciones a nivel de embajadores. La ruptura se produjo a raíz del desvío del río Lauca a territorio chileno.
Y debido, particularmente, a que el vecino no se ha dignado honrar la “deuda histórica” relacionada con el enclaustramiento marítimo, que es consecuencia del salvaje asalto al Litoral boliviano, en 1879. Hecho que no solamente nos ha ocasionado el encierro geográfico sino el despojo de recursos naturales de valía como el cobre.
“Chile debe y puede aprovechar para su propio progreso las perspectivas de un futuro seguro, en el mercado del cobre. No olvidemos que tenemos las mayores reservas mundiales conocidas en este metal, estimadas en 75 millones de toneladas, y con gran parte del territorio minero aún por prospeccionar”, dijo, a propósito, hace más de 55 años, Felipe Herrera (Alberto Baltra, Felipe Herrera y Rene Silva: “El Futuro económico de Chile y de América Latina”, 1957, pág. 80).
Ambos países, no obstante los escollos emergentes de la ruptura de relaciones diplomáticas boliviano - chilenas, buscaron, en todos los tiempos, distintas opciones de aproximación, pero sin resultados satisfactorios para los intereses bilaterales y específicamente para los intereses nacionales. Los encuentros y desencuentros están debidamente registrados en los anales de la historia diplomática contemporánea.
En este contexto mencionemos la decisión chilena de facilitar a Bolivia todas las condiciones para acceder al océano Pacífico, pero sin concesión territorial. Es una tesis que maneja a ultranza La Moneda en relación con la demanda marítima boliviana. El llamado “abrazo de Charaña”, de la década del 70 del siglo pasado, resultó un fiasco. Asimismo la agenda de los 13 puntos, promovida en el pasado reciente, fue nada más ni nada menos que un enfoque político chileno distraccionista.
Por ello dos países conviven distanciados, enemistados y con pocas probabilidades de reconciliación, desde el momento mismo de la agresión anglo-chilena de 1879 a Bolivia. En verdad que las heridas abiertas por aquel elemento conflictivo, que tiene sus orígenes en el Siglo XIX, aún no han cerrado en Bolivia. Chile, al margen de sus ofrecimientos sobre el tema, no ha encarado una política seria y responsable para viabilizar una solución justa y equitativa para el encierro geográfico boliviano. Sus gestos evasivos y de encono son incomprensibles y se ubican fuera del contexto de la razón.
Las reacciones adversas, antibolivianas, se reavivaron recientemente en Chile, como consecuencia de la demanda que interpuso Bolivia en contra de ese país, exigiendo una solución de “buena fe” para su más que centenario enclaustramiento, en instancias de la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya. Pero Chile ha optado por objetar a ese tribunal con el propósito de tergiversar la demanda boliviana, en el contexto mundial, a favor suyo.
En suma: Chile ha perdido credibilidad por sus baladronadas ante Bolivia y el mundo.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |