Nuestro país ha estado gozando de una etapa de bonanza que duró los últimos seis años y produjo importantes ingresos para el Estado, que aprovechó para hacer inversiones de diverso tipo, algunas positivas y otras consideradas poco productivas. Esa prosperidad económica se basó principalmente en las altas cotizaciones de los productos de exportación, en especial gas y minerales.
Según diversas informaciones, los altos ingresos que obtuvo el país fueron producto de la exportación de materias primas, es decir una actividad extractivista que superó niveles antes no conocidos. En efecto, los ingresos del país llegaron a alrededor del 80 por ciento sobre la base de las exportaciones, mientras el 20 por ciento se originó en actividades internas.
Ese estado favorable de cosas, basado en las altas cotizaciones de las materias primas en los mercados internacionales, fue observada oportunamente por los medios de comunicación. Se señaló que era oportuno aprovechar esas circunstancias y prever el futuro, ya que, de manera casi inevitable, podría producirse un bajón en los precios del mercado mundial.
Al respecto se reiteró con insistencia machacona que en momentos favorables había que aprovechar los precios altos y producir más, de tal forma de acumular ganancias. Al mismo tiempo, se remarcó que era negativo bajar la producción en tiempos en que los precios estaban altos.
Sin embargo, las autoridades encargadas de atender esos aspectos sustanciales de la economía nacional se hicieron las de oídos sordos. Es más, continuaron manteniendo la baja producción de recursos naturales, con la esperanza subjetiva de que los precios no caerían o se mantendrían en niveles beneficiosos. En efecto, se continuó aplicando medidas legales inoportunas y, en vez de alentar el aprovechamiento de las condiciones favorables, se actuó en sentido contrario, es decir no producir y sólo confiar en el mercado externo.
Como no podía ser de otra manera, ahora Bolivia enfrenta una grave caída de los precios internacionales y sus ingresos podrán disminuir entre el 30 y 50 por ciento, según las circunstancias, lo cual provocará remezones que también sufrieron otros gobiernos al no enfrentar el mismo problema.
Al respecto, en últimas semanas el precio del petróleo cayó el 25 %, el estaño cayó de 10 dólares la libra a cerca de 8; la cotización del zinc bajó en tres centavos, mientras el precio del oro tiene tendencia a descender más aún. La plata cayó del 17.4 la onza a 17 dólares. Frente a esa amenaza de crisis, algunas organizaciones de mineros han anunciado tomar medidas. Sin embargo, podría decirse que ya es tarde, o bien “al asno muerto, tranca al corral”.
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