PSICOLOGÍA
Cerca del 20 por ciento de la población mundial ha sufrido en algún momento de su vida un episodio de ansiedad, que fue desencadenado por un hecho ocurrido en su entorno. Tanto niños como adultos presentan manifestaciones similares, pero con distinta intensidad, en algunos casos pasa desapercibido, pero en otros ocasiona problemas en su actividad diaria.
“La ansiedad es una respuesta emocional que encierra ciertos aspectos: subjetivos o cognitivos de carácter displacentero, aspectos fisiológicos (corporales) que se caracterizan por un alto grado de activación de algunos comportamientos poco ajustados y escasamente adaptativos”, explicó la psicóloga Mónica Pabón.
La especialista agregó que la principal función que cumple la ansiedad está relacionada con la supervivencia junto al miedo y la felicidad. Su activación se produce para preservar la integridad física ante amenazas. El hombre puso en marcha respuestas eficaces y adaptativas: la reacción de lucha y huida.
EDADES
En la niñez, juventud y adultez la ansiedad se presenta con ciertos rasgos en común, pero cada etapa tiene sus diferencias, por esta razón se deberá prestar atención a las reacciones que desencadena en cada etapa para no confundirla con otros aspectos emocionales propios de cada edad.
“En la niñez, la ansiedad es más evidente, pero menos interpretativa desde los primeros llantos del bebé al nacer, cuando experimenta el cambio de sensación térmica, dentro del vientre materno y fuera de él, lo que le genera una situación no placentera”, dijo Pabón.
Existen diferentes niveles de ansiedad que el niño experimenta, en algunos casos físicos y en otros emocionales. En el primer caso es mucho más sencillo identificarlos porque el niño comienza a comerse las uñas, tiene falta o exceso de apetito, pesadillas, tics, micción involuntaria (enuresis), expulsión involuntaria de heces (encopresis) y, en otros casos, retención de ellas, lo que le causa dolores estomacales.
En el segundo caso es un poco más difícil detectar, porque el adulto no cree que un niño pueda tener un problema que le cause ansiedad. Por ejemplo: una pelea con su compañero de clase o con su hermano, una discusión de los padres, que también puede generar este estado“.
Un aspecto psicológico que se puede percibir es la labilidad emocional que tiene el niño, porque pasa fácilmente de un estado de euforia al de tristeza, esto puede darse con la llegada de un hermanito que lo destrone, lo que genera demanda de afecto de los padres hacia el niño”, expresó la psicóloga.
ADOLESCENCIA
La terapeuta afirmó que es en la adolescencia cuando se disparan los niveles hormonales generando distintos niveles de ansiedad, los cuales son evidentes en los cambios de humor repentinos, la falta de apetito, soledad y el sentirse incomprendidos, esto genera que se libere a nivel social con el grupo de amigos cercanos y de los cuales recibe la retroalimentación y hace que la situación sea llevadera.
ADULTEZ
El adulto, al igual que en otras edades sufre de insomnio, falta de apetito, se come las uñas, puede tener un ataque de pánico, falta de respiración, sudoración, dolores estomacales que están vinculados con estados emocionales relacionados con ciertas enfermedades como el colon irritable, el herpes zóster y presión alta.
“Las manifestaciones se presentan orgánicamente antes que psicológicamente, porque se somatizan, es decir, aquello que no podemos controlar mentalmente, porque no reconocemos el nivel de ansiedad que se tiene a diario, o se ha convertido en algo rutinario como el caso de una familia caótica, entonces es cuendo los síntomas empiezan a pasar la factura con la presencia de ciertos malestares”, dijo Pabón.
La ansiedad en el adulto provoca niveles de obesidad, sobre todo por el consumo de alimentos dulces y altos en grasa que elevan el nivel calórico del peso corporal y debido a la ausencia de la práctica de algún deporte que ayude a quemar esa grasa innecesaria del organismo.
TRATAMIENTO
El tratamiento se aplica de acuerdo con los niveles de ansiedad que tenga el niño, el joven o el adulto, llevando una dieta equilibrada y saludable, evitando los azúcares que elevan la presión arterial, un descanso apropiado, ejercicios, actividades de relajación, dispersión y sociabilización, acompañado de una terapia psicológica.
“La terapia psicológica apunta a ciertos comportamientos que generan ansiedad y trabaja sobre ellos para obtener una reacción distinta a la que en principio se tenía. La mujer más que el varón puede desencadenar cuadros más profundos, pero todos deben ser tratados en forma personalizada. En los niños se trabaja con la familia para que sea capaz de contener esta ansiedad”, dijo la psicóloga.
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