Potosí y la independencia

La riqueza del cerro de Potosí atrajo a tal cantidad de gente, que, durante la colonia ha sido el sitio de mayor mestizaje en la Audiencia de Charcas, pues tanto españoles como indios y gente de otros lados se mezclaron en un abigarrado conjunto, en el cual, las urgencias de la vida produjeron la mezcla de sangres, puesto que la muchos de los recién llegados venían sin mujer; y, además, dio lugar a la aparición de una nueva manera de comportarse, de hablar, de concebir la vida, dando paso a una religiosidad distinta a la que cada uno traía consigo; en fin, allí se ha elaborado el germen de la cultura de estas tierras.

Poco a poco la explotación masiva de la plata, el trato dispensado a los indios y mestizos, la concentración del poder económico y político en manos de una minoría vasca, a tal punto que muchas de las minas eran de propiedad de esa gente, tanto que la totalidad de los alcaldes encargados de supervisar las minas eran vascos, y esa parcialidad tenía el dominio de quienes hoy son llamados concejales, en el Ayuntamiento, etc., fue fermentado en el alma de mucha gente la idea de libertad e independencia. En 1612 la situación se hizo patente con el descubrimiento de la rebelión de Alonso de Ibáñez, la cual tenía un programa de acción y de gobierno de tal envergadura, que es necesario recordarla como un antecedente temprano de la lucha por la independencia de estas tierras.

En efecto, plenamente consciente de sus actos y de las consecuencias que le podían traer, Ibáñez se puso a trabajar en secreto en un atrevido plan que le costó la fortuna y la vida; y con la consigna de: “Bien haya tal destino, si ha de ser fecundo. Maduro está mi pensamiento; a sazón mis intenciones. No me liga a la vida otro empeño que el luchar por la causa de los desheredados, que es demanda digna de caballeros. Yo plantearé pendón de libertad”. Para lograr eso convocó con todo sigilo a amigos que compartían su afán de luchar no sólo contra los vascos, sino para poner fin a la colonia en estas tierras. Su conspiración fracasó por el descubrimiento de la conjura, como también se frustraron otros intentos posteriores, pero la bandera de la independencia estaba ya plantada en el campo de batalla social.

Que los conspiradores buscaban la independencia lo podemos ver en el proceso que les siguieron a: Alonso de Ibáñez, Jorge Moreno, Antonio Zapata, Gonzalo de Mena, a quienes se los acusa de prepararse para matar al Corregidor y a las autoridades, como también a los españoles ricos, “(…) y robar el tesoro de la Caja Real, y enviar a la ciudad de La Plata a matar a los señores Presidente y Oidores de la Real Audiencia, y al puerto de Arica a tomar aquel puerto y fortificarse en él; y soltar a los presos de la cárcel, y dar libertad a los negros y mulatos, y liberar a los indios de tasa y servicios personales; y alzar bandera y apellidar libertad, y ser señores de la tierra y gobernar y mandarla y otras insolencias y libertades que constan en el auto…”.

Como se ve, todo un plan de acción que fue ahogado en sangre de martirio por la libertad y la independencia. Alonso de Ibáñez había previsto que su lucha sería por todo o nada, sin medias tintas. Por eso, cuando las autoridades españolas apresaron a los conspiradores y los condenaron a muerte, ninguno vaciló en el sacrificio. Fueron ejecutados el 15 de mayo de 1617.

Rebelión con mayor contenido que la del 10 de noviembre de 1810, que se produjo luego de ser preparada con anticipación, pero debido el severo control de la gente por parte de Francisco de Paula Sanz, a raíz de la revolución del 25 de mayo, impidió a los conjurados realizarla antes. La victoria de Suipacha contra los realistas del Mariscal Nieto y Córdova, los decidió y salieron a la acción.