[Juan Carlos Zuleta]

Gas boliviano para Brasil y Argentina


Mientras un senador electo del partido de gobierno acaba de manifestar su deseo de negociar el próximo contrato de venta de gas natural al Brasil, en los más altos círculos de poder parece haber empezado a cundir el pánico. Esto explica (aunque no justifica), entre otras cosas, la instrucción de la primera autoridad del país a YPFB de invertir en exploración aun a costa de obviar el cumplimiento de la normativa legal en vigencia. Es que a diferencia del flamante legislador, el Presidente del Estado sí parece saber de la gravedad del asunto. Es más, todo indica que está convencido de que si Bolivia no logra certificar suficientes reservas en los siguientes dos o tres años -algo muy difícil de lograr, por cierto- sencillamente no habrá negociación con Brasil, lo que muy bien pudiera no sólo dejar con los crespos hechos al entusiasta senador sino también derivar en una profunda crisis económica y social en nuestra Patria.

Es evidente, sin embargo, que esta realidad cruda y simple no debiera conducir al Gobierno hacia una falta de observación de las leyes, sino más bien a una profunda reflexión sobre el futuro del país.

Lo anterior trae a mi memoria la conversación que tuve meses atrás con un experto en energía de una potencia extranjera, quien me anticipó que Bolivia ya había desaprovechado la oportunidad de explorar cuando debía y que ahora sólo quedaba esperar milagros. En lo que sigue trataré de mostrar por qué de haberse actuado con previsión, hubiéramos tenido al frente una inmejorable oportunidad de negociar un buen nuevo contrato de venta de gas con Brasil y ampliar en términos favorables el que suscribimos con Argentina.

Pero, antes de eso, cabe articular algunas ideas sobre el manejo de nuestra economía. Lo que pasa es que hasta el presente al Gobierno actual le fue bien sólo en la gestión contable de la economía. En efecto, al influjo de los extraordinarios precios internacionales de nuestras materias primas, aspecto en el que el Gobierno nada tuvo que ver, el Ministro de Economía y Finanzas Públicas junto con cada uno de los diferentes presidentes del Banco Central de Bolivia a lo largo de los últimos nueve años, se dedicaron a registrar y publicitar los exuberantes ingresos provenientes de exportaciones de gas natural primero sólo al Brasil y luego al Brasil y a la Argentina. No obstante, no les fue tan bien en la gestión económica como tal, lo que explica la falta de avance del país en los temas sustantivos, tales como desarrollo, industrialización e incluso seguridad energética, y el total desapego de los más elementales principios de frugalidad y análisis costo-beneficio con que actuaron en los llamados proyectos estrella (satélite, teleférico, G-77 + China, etc.) que si bien facilitaron la reelección, signaron al mismo tiempo un marcado despilfarro del erario nacional. En los siguientes años, nos tocará ver si dichas autoridades son capaces de manejar la economía en medio de una crisis que apenas comienza.

Ahora bien, hay más en relación con Brasil y Argentina. Empecemos con el primero. Así como van las cosas, resulta claro que el Brasil entrará muy pronto (si no lo ha hecho ya) en una situación energética deficitaria a raíz del crecimiento de su economía y población, la insuficiencia de los yacimientos pre-sal encontrados en el Atlántico que, dicho sea de paso, se harán cada vez más inviables ante una caída del precio del petróleo y la preocupante sequía derivada del cambio climático que no sólo amenaza la provisión de agua para la ciudad más poblada de Brasil (Sao Paulo), sino también la generación hidráulica de cerca del 71% de energía eléctrica del país. En este contexto, de contar con reservas certificadas, el Gobierno no necesitaría de nada, ni siquiera de un ex embajador de Bolivia en Brasil, para lograr magníficos términos en un nuevo contrato. La pregunta es: ¿Podrá hacerlo sin disponer de tal cosa? Y mi respuesta a esta pregunta es que en realidad para el nuevo contrato de gas podría no haber negociación sino más bien imposición de parte de Brasil, porque lo más probable es que nuestro vecino tenga una mayor musculatura que Bolivia para definir esta situación a su favor, y que nuestro país, en el peor de los escenarios posibles, dado el rentismo y la necesidad artificial de liquidez que se ha creado en años recientes, sucumba a la tentación de comprometer la venta de hasta la última molécula de gas de que disponga al Brasil, aun a costa de comprometer el futuro de nuestras próximas generaciones. Por tanto, sí podría haber contrato con Brasil aunque por un volumen de gas mucho más reducido y, por los motivos expuestos más arriba, con precios más bajos, probablemente ya no vinculados a la cotización WTI del petróleo. Lamentablemente, todo esto significaría no sólo una reducción significativa de nuestros ingresos provenientes de exportaciones sino también la renuncia a usar nuestro gas en otros proyectos clave (Mutún, litio, etc.) para el desarrollo nacional.

En cuanto a Argentina, la caída del precio internacional del petróleo y el gas pone en riesgo el desarrollo y eventual explotación de sus yacimientos de esquisto en Vaca Muerta, razón por la cual es igualmente previsible el mantenimiento del interés del vecino país en nuestro gas. Es más, sus requerimientos de gas natural proveniente de nuestro país podrían aumentar en forma substancial debido a la puesta en marcha de dos proyectos de aprovechamiento de litio y otros recursos evaporíticos localizados en la Puna argentina, muy cerca de la frontera con nuestro país y muy próximos también a los ramales de entrada del gasoducto de Bolivia. Conviene tener en cuenta que se trata de los dos nuevos proyectos de esta naturaleza más avanzados en América del Sur y en el mundo, los cuales cuentan con el respaldo financiero y técnico de nada menos que Toyota del Japón, el fabricante de automóviles más grande del planeta y Posco de Corea del Sur, uno de los productores de acero más importantes del mundo. Si bien en primera instancia las autoridades bolivianas pensarán dos veces antes de embarcarse en un contrato de venta de gas a Argentina que implique un aumento demasiado grande de los volúmenes a ser enviados debido a la posibilidad de que, por el agravamiento de su situación económica, incumpla eventualmente en el pago por las exportaciones de nuestro gas, esto podría cambiar con un viraje político fundamental en las próximas elecciones nacionales. Como para cuando se vuelva a hablar del tema con Argentina, el nuevo acuerdo con Brasil podría ya estar firmado, es muy probable que tengamos que aceptar similares términos y condiciones.

En estas circunstancias, el gas natural boliviano podría ser virtualmente “canibalizado” por Brasil y Argentina al influjo del paulatino deterioro de las condiciones económicas en nuestro país y la inagotable demanda de rentas y bonos, motivo por el cual es imperativo que reflexionemos a la brevedad posible sobre la necesidad de garantizar el uso óptimo de nuestros recursos de gas remanentes priorizando el consumo interno y la generación de valor, mientras buscamos fuentes alternativas de ingresos para mantener las actuales tasas de crecimiento de la economía.

El autor es analista de la economía energética.

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