El gobierno del presidente Morales iniciará su tercer período en enero próximo. Serán cinco años decisivos que podrían ser constructivos y responsables en todo sentido; en otras palabras, un gobierno de efectivos cambios, de positivas enmiendas, de corrección de todo lo malo hecho en nueve años; pero, sobre todo, un período en que tiene que haber seriedad, vocación de servicio y sentido de país para crear una conciencia constructiva, positivamente administrativa en marcos de absoluta legalidad, rectitud y honestidad.
Tienen que pasar los tiempos de bonanza partidista, de un aprovechamiento que, en muchos casos, ha sido irresponsable y festinatorio. El Presidente, con seguridad está imbuido de buenas intenciones porque nueve años en el gobierno tienen que ser lecciones muy severas para entender qué papel debe cumplir efectivamente como Primer Mandatario; un papel que debe ser de gestión, de administración eficiente, eficaz, honesta y responsable; un período de cinco años en que se corrijan muchos yerros, se perfeccione lo bien hecho y se deje a las futuras generaciones un país debidamente planificado, organizado y administrativamente constructivo.
Cuando asumió el gobierno el año 2006, luego del triunfo eleccionario de diciembre de 2005, se habló mucho de políticas de cambio; pero, se creía cambios en conductas, en acciones que sean positivas para el país, en políticas que tiendan a combatir efectivamente la pobreza; en actitudes donde la honestidad y el sentido de responsabilidad sean normas del diario vivir; cambios en todo lo que implicaba dispendio, malversación, deshonestidad, etc., etc. Cambios, en fin, que le den otra faz al Estado boliviano porque el gobierno actuaría con mucha seriedad y responsabilidad; pero…
Los cambios fueron para adoptar políticas que “reivindiquen el pasado de 500 años, se combata al colonialismo, al imperialismo, al enriquecimiento ilícito, a la corrupción, a los sistemas liberales, neoliberales, imperialistas, explotadores, etc., etc.”, pero, lo que no se convino ni cumplió es que los que debían ejecutar esos “programas” no cambiaron conductas y, en casos, imitaron todo lo que se hizo en el pasado. Pensaron en implantar un sistema socialista o comunista, aun sabiendo que esas doctrinas habían fracasado en el mundo porque se trataba de políticas que agravaron la pobreza, la dependencia, el hambre, las enfermedades; en fin, no cambiaron quienes debían cambiar.
Ahora, se está frente a problemas no resueltos, a situaciones en que la pobreza es lacerante y la dependencia es mayor porque se acostumbró a buena parte de la población a recibir ayudas y bonos, doble aguinaldo y muchas granjerías que, quiérase o no, disminuyen las iniciativas y los deseos de superación.
El Gobierno tiene que desarrollar políticas que permitan cambios efectivos en los comportamientos, empezando por una lucha frontal contra la corrupción, las enfermedades, el contrabando, las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” y, lo más importante, combatir enérgicamente la producción de drogas, su comercialización y, en general, al narcotráfico que tiende a cobrar más vidas por causa de las drogas. Esta lucha tiene que ser frontal, sin contemplación alguna y empezar, quiérase o no, con los cultivos excedentarios de coca.
Es preciso retomar en serio las políticas productivas de ingentes riquezas que tiene el país. Garantizar plenamente las inversiones nacionales y extranjeras; realizar labores de prospección en hidrocarburos y minería, restablecer todas las actividades productivas, ampliar el ámbito de las exportaciones ingresando a nuevos mercados diversificando la producción, previa industrialización para el logro de valor agregado.
Adoptar políticas austeras en el gasto público disminuyendo una burocracia insensible que poco o nada hace y empezar con la reducción de ministerios que, bien se sabe en las esferas de gobierno, no aportan mayormente al desarrollo nacional.
El Gobierno, si quiere, puede hacer mucho adoptando políticas que rechacen lo malo del pasado, perfeccionando lo bien hecho y mostrando a la comunidad internacional que Bolivia puede más y mucho, inclusive sin ayudas ni préstamos que no los necesita, salvo la inversión de capitales financieros, tecnológicos y humanos. Podrá ser muy positivo si abandona costumbres que lo inclinan mucho al dispendio y al gasto que, en la práctica, resultan contrarios a políticas austeras y sanas.
Entender la realidad del país es comprender la urgencia de administrarlo con honestidad y responsabilidad; de otro modo, habrá siempre inclinación a lo negativo debido a la falibilidad humana que extravía caminos y evita acciones constructivas.
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