Comunismo y religión

El sabio griego Platón en su inmortal obra “La República” planteó que las clases superiores (sabios, gobernantes y guerreros defensores) no debían tener propiedad privada, pues ésta hacía egoístas a los que la tuvieran, además propuso la vida en comunidad, es decir el comunismo. Siglos más tarde, los socialistas utópicos en sus obras literarias pintaron sociedades donde no había propiedad privada y la vida y producción eran colectivas (Thomas Moro, Giordano Bruno, Tomás Campanella, entre otros), pero fueron Karl Marx y Federico Engels los que fundaron el llamado socialismo científico a mediados del Siglo XIX (El manifiesto comunista fue publicado en 1848).

El socialismo comunista como filosofía y doctrina política está basado en el Materialismo Dialéctico y en el Materialismo Histórico. El primero considera a la materia como fundamento del cosmos, origen de todas las cosas, fenómenos y procesos de la naturaleza, en resumen sostiene que: “todo es materia en movimiento y transformación y aun el pensamiento es materia altamente desarrollada”. El segundo se resume en que la historia no es sino la historia de la lucha de clases, entre los que detentan la propiedad privada de los medios de producción y los que venden su fuerza de trabajo, éstos últimos además aportan a la riqueza de los primeros con la “plusvalía” o salario pagado. Ambos, el primero como filosofía y el segundo como doctrina política, rechazan y combaten la existencia de Dios y en consecuencia de las religiones. Vladimir I. Ulianov (alias Lenin) sentenció: “la religión es el opio del pueblo”, debido a que con su prédica, adormece la conciencia de los trabajadores y evita que se rebelen, pues no olvidemos que Cristo enseñó el amor a los demás, incluyendo a los enemigos.

El materialismo secante de la doctrina marxista es por principio anti religiosa, y en consecuencia la revolución socialista debe erradicar la religión. En los primeros años de la revolución bolchevique en la Unión Soviética (Rusia de hoy), se decretó y proclamó la muerte de Dios y en consecuencia se desató una terrible persecución de sacerdotes, monjas, creyentes y se destruyó las iglesias, pretendiendo borrar de la faz de Rusia a la milenaria iglesia cristiana ortodoxa y otras. Lo mismo sucedió en la China Comunista, en Cuba y otros países que fueron gobernados por corrientes socialistas comunistas, que persiguieron sañudamente a las religiones, en especial a la cristiana católica por su fuerte contenido de cultura occidental.

Entre las religiones, en especial la cristiano católica condena desde los primeros tiempos de su vigencia las posturas anti religiosas y dispone en sus mandamientos y como el primero y más importante: “amar a Dios por sobre todas las cosas” y a los no creyentes o ateos los condena. Otra religión como la musulmana es aún más radical en la relación de los creyentes con Dios (Alá).

Por lo expuesto nos llama la atención que los principales gobernantes del Estado Plurinacional y en especial el Presidente, un día ataque a la cabeza de la Iglesia católica boliviana, el Cardenal ya retirado Monseñor Terrazas y luego acuda a Roma a besar las manos del Jefe de la Iglesia católica, el Papa Francisco, declarándose católico -antes se declaró católico de base-, pues todos los que no estamos en las jerarquías de la iglesia somos de base; también se declaró marxista, leninista, socialista comunista, de tal manera que es un comunista y católico a la vez, como que es un descolonizador y practicante del fútbol (deporte occidental por excelencia y de influencia colonizadora), o anti capitalista y entusiasta del Rally Dakar, deporte de millonarios y capitalistas.

En los tiempos en los que vivimos, un pragmatismo anti ético parece ser la nota de casi todas las actividades del ser humano y en especial de la política, donde se es izquierdista de discurso y derechista de acción, descolonizador de discurso y colonizado de realidad, demócrata de discurso y autoritario de gestión, etc.

Creemos que en beneficio de los intereses de todos los bolivianos, las autoridades debieran moderar sus discursos y buscar las mejores opciones en cuanto a políticas públicas internas y de relacionamiento internacional -como las relaciones con la primera potencia del mundo-, de tal suerte por encima de las posturas ideológicas, en bien de todos o, en caso contrario, deberán ser coherentes entre lo que sostienen en el discurso y lo que hacen en la realidad.