Una de las características de los bolivianos es que no somos constantes en muchas cosas. Vociferamos contra algo pero luego nos olvidamos, hasta que a alguien se le ocurre hacernos recuerdo. Por ejemplo, nos hemos olvidado de la existencia del satélite Túpac Katari. Con esto de las elecciones, de las encuestas y los verdaderos resultados, con la re-reelección de S.E. que nos parecía algo indigerible, con los dos tercios fulleros, con las idas y venidas del Tribunal Supremo Electoral, y para colmo con nuevas elecciones a la vista a fines de marzo próximo, no hemos oído a los políticos -oficialistas u opositores- que se hayan preguntado por dónde corno navega el satélite chino-boliviano.
Esto nos viene a la mente cuando leemos en la prensa sobre el millón de dólares que un jeque árabe está ofreciendo por el viejo Volkswagen del presidente uruguayo “Pepe” Mujica. Aquel ahorrativo anciano que proviene de las filas de los Tupamaros y que fácilmente los niños lo confundirían con el Papa Noel, ha dado muestras de reconciliación, templanza e inteligencia. En vez de haber gastado más de 300 millones de dólares en un satélite inservible, sacrifica su propia comodidad, junta platita para los miserables, y hasta se ha puesto a pensar seriamente en vender su cacharro celeste a un lunático millonario del desierto y destinar esa inmensa suma al Plan Juntos en que está empeñado, destinado a la construcción de viviendas para personas sin recursos, dice la agencia AFP.
Ese don “Pepe” Mujica no entendería cómo Bolivia -tan pobre aunque ahora despilfarre la platita del bingo- se gaste 300 millones de dólares en algo incierto e innecesario como un satélite hecho en China. O que su presidente gaste casi 40 millones de dólares en un avión oficial para su uso. O que S.E. quiera gastarse otra ponchada de millones en la construcción de un edificio monumental que se llamará la Casa Grande del Pueblo y que no será para el pueblo sino para su comodidad. O que haga Cumbres como la del G-77 que de tan caras están produciendo un déficit en el Presupuesto.
Lo que no sabe don “Pepe” Mujica es que en Bolivia existe una fiebre derrochadora porque esa es una manera de aparentar bonanza y recibir los votos de la gente ingenua, aunque las vacas flacas vengan trotando a la vuelta de la esquina, dispuestas a embestir a los desnutridos que serán los únicos que estén desamparados en la calle. Eso, en el pequeño pero grande Uruguay, no se podría concebir. Sería imposible que les entrara en la sesera.
Bueno, ¿y dónde está el satélite chino-boliviano? ¿Para qué sirve? ¿Por qué galaxias vaga y que beneficios le da a Bolivia? Porque no se ha oído hablar nada del provecho que hayan reportado esos 300 millones de dólares. Ya se ha afirmado que no es un satélite para desentrañar las serranías ni los bosques en busca de riquezas desde el espacio. Tampoco había servido para prever cataclismos climáticos. Y aparentemente hasta hoy no presta servicios apreciables en las comunicaciones. Pero la tuti es que dicen que ni siquiera sirve para fotografiar la Tierra y poder saber si es evidente que en Bolivia se está sembrando menos coca que en años anteriores.
¿Dónde está el satélite? ¿Cuál será su órbita para saber siquiera cuándo pasa por encima de nosotros? Nuestro Centro Espacial (la NASA boliviana) debería informar si el satélite está en algún lado o si se ha perdido. El espacio es infinito, fácil de extraviarse, y además una terrible mala pata la puede tener cualquiera y tal vez nuestro Túpac Katari ha chocado con otro satélite y se ha desintegrado. O se ha incrustado en un aerolito. Al no ser tripulado (debió tripularlo S.E.), al ser un artefacto ciego, puede haberse llevado por delante a un satélite norteamericano y los gringos se han callado de pura vergüenza e indignación. ¿Saben la fiesta que se produciría en Bolivia si se hiciera público que nuestro satélite hizo polvo a una nave Challenger en la inmensidad del espacio?
Seriamente hablando, ya es hora de saber para qué se gastaron esos 300 millones de dólares. Si el aparato ha reportado ventajas proporcionales al gasto o no. Porque se trata de un verdadero dineral. Y como se anuncia que está planificada la construcción de otro satélite chino con el nombre de Bartolina Sisa, es necesario conocer de su utilidad. Es lo menos que se debe exigir: saber qué es del satélite.
No hay que olvidar que S.E. ya ha anunciado la construcción de una planta nuclear (menos mal que ha dicho que será con fines pacíficos) y eso debe costar mucho más que el Túpac Katari. Así que antes que lancen desde China el Bartolina Sisa y que se construya la planta atómica (¿en el Chapare?), es mejor sacar cuentas. Es mejor sumar y restar como hace don “Pepe” Mujica para después no andar en apuros.
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