Menudencias
Las tranquilas gentes de Tarata, en el valle cochabambino, serán este viernes testigo privilegiado del poderío militar guardián de la heredad nacional. Miles de hombres y mujeres de las tres armas, procedentes de los nueve departamentos, se concentrarán en ese pequeño rincón del valle cochabambino para conmemorar el 204 aniversario de creación del Ejército Nacional de Bolivia.
En la fastuosa parada para conmemorar el día de nacimiento del Ejército habrá tanques, vehículos de combate, carros de asalto, aviones, helicópteros, paracaidistas… Desfilarán a paso de ganso 10.000 efectivos de ejército, aviación y fuerza naval para deleite y admiración de los casi 10.000 habitantes de Tarata, conocida también como la tierra del chorizo y de la chicha, a sólo 29 kilómetros de Cochabamba.
En fin, habrá fanfarria, estandartes, banderas, sables, bayonetas y botas. Por supuesto, la parada se engalanará con caballería, con lanzas y flamines, que recorrerá por las mismas tierras en que Mariano Melgarejo cabalgó a Holofernes.
Es lo previsible, según los anuncios oficiales. El festejo de aniversario será a lo grande, como corresponde a la institución tutelar de la Patria potenciada recién nomás con un lote de caballos argentinos de raza y once automóviles último modelo, como corresponde a la alta jerarquía y sacrificada tarea de sus comandantes. Cuánto costaron caballos y automóviles importa poco, como importa poco el
costo del festejo en tiempos de cambio en que el blindaje de nuestra economía es similar a la de nuestros tanques.
Por encima del monto final, importa sin embargo el en qué se gastó o se gastará el dinero del festejo. Sobre todo porque uno de sus componentes tiene que ver con un principio elemental de igualdad social, que es el viático que debe percibir cada uno de los efectivos movilizados, no importan grado ni rango, para desfilar en Tarata. Según la norma vigente, cada uno debe recibir 350 bolivianos, que multiplicados por 10.000 y por tres días representan 10,5 millones de bolivianos.
Reivindicar ese viático es un derecho de la gente movilizada “por órdenes superiores”, sobre todo cuando eso de subordinación y constancia, que implicaba acatar las órdenes sin discutir, es sólo un saludo a la bandera. No respetarlo reavivará viejos descontentos. Como los que expresaron los suboficiales, clases y sargentos que marcharon hace poco en todas las ciudades exigiendo descolonizar a las Fuerzas Armadas y eliminar el racismo y la discriminación. Más aún cuando ese tema está todavía abierto y sus cabecillas siguen en el calabozo.
Hay otro ingrediente curioso. La elección de Tarata para los festejos castrenses se justificó oficialmente con el argumento de que fue allá donde nació el héroe patriota Esteban Arce. Hubiera sido más acertado elegir Aroma, que es donde nació el Ejército, cuyo aniversario se conmemora. El tarateño Arce entró en la historia grande sólo por comandar las tropas en Aroma, cuya victoria marcó el principio del fin del poder colonial, el 14 de noviembre.
Si de rendir honores al lugar de nacimiento de algunos personajes se trata, la elección de Tarata podría también interpretarse como un homenaje a la tierra de nacimiento del general Mariano Melgarejo. Él promulgó el decreto de despojo de sus tierras de origen a los indígenas, cuya propiedad comunitaria habían respetado hasta entonces los gobiernos republicanos. Melgarejo, con su decreto de 1866 sentó las bases para el despojo del litoral marítimo de Bolivia. Y fue también por obra y gracia de Melgarejo que el país perdió 100.000 kilómetros cuadrados de territorio con Brasil.
La elección de Tarata para el festejo podría también interpretarse como homenaje subliminal al lugar en que nació el “general del Pueblo”. René Barrientos Ortuño, con el golpe militar que encabezó el 4 de noviembre de 1964, le puso el punto final al proceso de la revolución nacional de 1952, que sentó las bases de la Bolivia moderna con la nacionalización de la minería, la reforma agraria, la creación
del voto universal y la reforma educativa.
Al margen del lugar del festejo, la señal política de los grandes actos protocolares del aniversario es suficientemente clara, cuando de pagar lealtades políticas se trata. La historia enseña que la fortaleza y estabilidad de muchos gobiernos (habría que analizar porcentualmente cuántos) se sustentó en sables y bayonetas. Pero enseña también que al ruido de botas se truncaron procesos constitucionales y democráticos y se le cambió el rumbo a la Patria con mayor facilidad, y frecuencia, que por la confrontación de ideas o el camino de los votos.
Aunque claro, interpretar las lecciones de la historia es siempre difícil...
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