El derrocamiento del MNR hace 50 años ha cobrado actualidad por su significado histórico y por el tiempo transcurrido desde ese acontecimiento de tanta importancia para el país. El suceso tiene notable significado y constituye un punto de referencia para la comprensión de la época actual.
Después de larga y difícil lucha, el MNR tomó todo el poder como resultado de la insurrección popular del pueblo de La Paz, el 9 de abril de 1952. La base de ese hecho fue la llamada alianza de clases, ley histórico-social descubierta por Carlos Montenegro y típica de los países que combaten para pasar de la condición colonial a la nacional y, a la vez, superar el feudalismo para entrar al proceso democrático (capitalismo).
La alianza de clases adquirió enorme hegemonía, pero superados los grandes objetivos que conquistó al principio, empezó a perder su unidad, pues las clases sociales que conformaban esa corriente comenzaron a disgregarse y cada una de ellas a luchar por sus propios objetivos clasistas. Finalmente, la fragmentación fue absoluta y la Revolución Nacional, por falta de objetivos mayores, empezó a naufragar. Había durado sólo 12 años.
Hasta entonces, la suerte de ese proceso era poco menos que inconmovible y no lo pudieron derrotar las fuerzas de la oposición internas ni las externas siempre coludidas. Es más, se habían resignado a abandonar el escenario. Para el MNR de entonces, el enemigo no estaba fuera, estaba dentro.
En efecto, representando a los diversos grupos de la fenecida alianza de clases, aparecieron dirigentes políticos del mismo MNR y todos empezaron a luchar contra todos, amparados en fines personales y perdida la perspectiva histórica, perdieron todo. Es más, formando una sola fuerza hicieron resucitar las antiguas fuerzas políticas conservadoras que, aprovechando la coyuntura, volvieron a oposición activa, pero esta vez a la cabeza de los grupos “izquierdistas” (PC, POR) y los disidentes del MNR (Lechín, Siles, Guevara, etc.). Así, la contrarrevolución duró 50 años.
Se formó una oposición conjunta que apoyó al general René Barrientos y, sin visión política, se lanzó a la ofensiva, poniendo fin fácilmente al otrora “poderoso” MNR. Pero, en vez que los opositores del MNR, de izquierda y derecha, tomen el poder, entregaron el gobierno al Gral. Barrientos que representaba lo que se definió como “revolución restauradora o contrarrevolución”, que significó la expresión política de las clases más conservadoras del país.
La “salida” no significó corregir los errores de la Revolución Nacional y remontar el proceso, sino una regresión al pasado y el fin de un proceso histórico que no era sólo un proyecto sino un hecho, avanzado. Las “izquierdas” golpistas que derrocaron al MNR y pusieron en el gobierno a Barrientos dijeron entonces que había tomado el poder el imperialismo y la CIA y fueron sometidas a enérgica represión, que Víctor Paz Estenssoro pronosticó días antes al afirmar: “Si cae el MNR el país llorará mucho tiempo lágrimas de sangre”.
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