Con el propósito de “afianzar y estrechar las relaciones” entre Bolivia y Argentina fue suscrito, en Buenos Aires, el 9 de julio de 1868, el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, por el coronel Quintín Quevedo, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en la República Argentina, y el doctor Rufino de Elizalde, Ministro Secretario de Estado en el Departamento de Relaciones Exteriores, respectivamente.
Tal tratado muestra señales de confraternidad, tanto a bolivianos como a argentinos, en la histórica perspectiva de construir un futuro mejor. En la mayoría de sus 21 Artículos se advierte el acuerdo y el consenso a los que arribaron los plenipotenciarios de ambos países, quienes culminaron firmando el documento de rigor.
En este marco, el convenio diplomático en el Artículo 14 señala: “Serán considerados como argentinos en la República de Bolivia y como bolivianos en la República Argentina, los buques que naveguen bajo las respectivas banderas y que lleven los papeles de mar y documentos requeridos por las leyes de cada país para la justificación de la nacionalidad de los buques mercantes, para lo cual se comunicarán sus leyes respectivas de navegación”.
El tenor, histórico desde luego, involucra a dos países con cualidad marítima: Bolivia y Argentina. El expansionismo chileno, que contaba con la anuencia del poder económico inglés, aún no había logrado enclaustrar a Bolivia entre sus altas cordilleras. Bolivia, por lo visto, poseía entonces soberanía sobre el Pacífico. Por ello el Artículo 14, de aquel ejemplar, es un categórico reconocimiento a un país, en este caso Bolivia, con salida propia y no prestada al océano Pacífico. Este es un punto que debería ser subrayado a fin de que los descendientes del agresor del Siglo XIX tomen conciencia y no prosigan con la campaña internacional contraria a la demanda marítima que radica en La Haya. Y que se dignen honrar, ahora más que nunca, los compromisos adquiridos en 1920, 1923, 1926, 1950, 1961, 1975 y 1983, tendentes a negociar el mar, pensando, prioritariamente, en una convivencia sin sustos ni temores.
“Habrá paz inalterable y amistad perpetua entre la República de Bolivia y la República Argentina y entre los ciudadanos de estos dos países sin excepción de lugares ni de personas”, sostiene el Artículo 1º.
Bolivia y Argentina, que han compartido siempre una línea fronteriza, cultivan hoy cordiales relaciones, inspiradas en la cultura del entendimiento civilizado y la mutua cooperación. Y creemos que Argentina se pronunciará, más adelante, a favor de la causa marítima boliviana. Entonces diremos: “Hoy por mí, mañana por ti”. La verdad es que “amor se paga con amor”. Ni duda cabe.
“Las relaciones de amistad, comercio y navegación entre ambas repúblicas, reconocen por base una reciprocidad perfecta”, reitera el Artículo 2º. He ahí el espíritu del tratado ya mencionado.
En suma: Bolivia y Argentina hicieron historia con el Tratado de 1868 y harán historia en el devenir de los tiempos con acciones favorables a sus intereses.
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