La noticia de perfil
Ya alguna vez les dije que yo resisto todo, absolutamente todo, menos las tentaciones; conocedora de esta verdad, la cholita nacida en Quillacollo me tentó como mensajera del diablo y me dijo: “Compadrituy, si usted me presta su motocicleta Harley Davidson yo lo conduzco hasta Uyuni y le perdono los intereses que usted me adeuda por los préstamos que le hice el año pasado…”.
Naturalmente acepté su proposición y nos dirigimos hacia el sur en busca de ser testigos de la famosa prueba deportiva.
Los inconvenientes comenzaron cuando tratamos de encontrar alojamiento en la capital de la sal, pues todos los hoteles, pensiones y alojamientos ya se encontraban reservados para Evo y su comitiva, para varios de sus ministros, para los comandantes de las Fuerzas Armadas y de la Policía que ocuparían la región para proteger a las autoridades principales.
La cholita y yo quedamos desconcertados, pues íbamos a llegar a la conclusión de que sólo había cabida en Uyuni para las autoridades, cuya protección es la prioridad número uno.
Nos resignamos ante esa anomalía y la cholita me dio ánimos para seguir buscando alojamiento, hasta que al final hallamos uno que nos dio albergue, siempre asegurando cuatro días de permanencia y pagando por anticipado. Mi comadritay me preguntó: “¿Será esta la mejor manera de fomentar el turismo, como pretende el Gobierno…?”.
Cuando caminábamos por Uyuni, escuchamos unas voces que decían alborotadas: “¡Ya llegan los corredores, ya llegan los corredores!...”. Levantando sus brazos algunos, mientras mi comadritay les mandaba besos con sus manos.
Así vimos de lejos varias veces al día el arribo de algunos deportistas que vencieron todos los obstáculos.
La alegría y el entusiasmo de mi reportera asociada habían desaparecido porque no pudimos felicitar personalmente a ninguno de los esforzados deportistas porque todas las calles de Uyuni habían sido copadas por los efectivos de nuestras Fuerzas Armadas y de la Policía que habían llegado para proteger al Presidente, a sus ministros y otras autoridades, creciendo su amargura al saber que algunos esforzados deportistas aparecerían en los próximos días abrazando a nuestras autoridades, diciéndome con un rictus de tristeza: “Más fueron los ruidos que las nueces”.
Cuando retornemos a La Paz, le haré recuerdo de su promesa de perdonarme algunos intereses por los préstamos que me concedió el año que pasó.
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