Buscando la verdad
¿Podía escribir sobre algún otro tema, a no ser el Día de la Madre en un 27 de Mayo, especialmente luego del brulote que cierto desubicado ciudadano osó publicar afrentando a las madres de Santa Cruz? De ninguna forma. Más bien, sumándome a la acción de nuestras máximas autoridades -señoras Ruth Lozada Añez, Gobernadora; Desirée Bravo, Alcaldesa, y Siony Gonzales, Presidenta del Comité Cívico Femenino que interpusieron una demanda en contra del susodicho y a quien no le quedó otra que retractarse públicamente- va mi censura a tal desatino y mis respetos para las madres del Oriente boliviano.
Doy fe que la mujer cruceña es querendona de sus hijos, trabajadora -preocupada por verse bien, sí- pero respaldada por una rica historia de valerosas madres que empeñaron sus vidas pensando en sus hijos buscando un mejor destino para su región, ya que toda madre siempre madre será, más allá de dónde haya nacido.
Lo he dicho más de una vez y lo repito con gran convicción: de toda la creación, el ser más sublime y parecido a Dios es la madre, porque es dadora de vida hasta el sacrificio. Y digo sacrificio porque si Ud. se pone a pensar, desde el mismo instante que concibe en su seno, parte de la vida de esa madre empieza a transferirse por la sangre al bebé en formación, lo que continuará con cada minuto, hora, día y mes que pase hasta que finalmente nazca, aunque el sacrificio de esa mamá seguirá a lo largo de su crecimiento, pues la profesión de madre se ejerce mientras viva, dando lo mejor de sí para su hijo.
No conozco una sola madre que no haya sufrido por un hijo, pero sí conozco muchas que sufren para cumplir su altísima misión prodigadora, como dadoras de vida. Yo hice sufrir a mi madre, lo reconozco y me pesa; por la inexperiencia y por la necedad, le hice pasar largas horas de desvelo, de lo que ya me he arrepentido, y hoy gozo de su perdón. A Dios doy gracias porque estando viva, me permita retribuir -aunque sea solo un poquito- el gran sacrificio que hizo por mí para forjar un hombre orientado hacia el bien… ¡cuánto te amo, mamá!
El festejo del Día de la Madre es propicio también para referirme a otra madre muy especial para mí, mi esposa, a quien vi sufrir y aún la veo sufrir en su rol no remunerado de madre, por lo que me nace hoy decirle varias cosas: gracias por ser tu esposo, gracias por nuestros hijos y gracias por regalarme tu juventud, nunca lo olvidaré y por ello… ¡siempre te amaré!
¿Ama y honra Ud. a su madre, suegra y esposa? Hágalo mientras sea posible.
El autor es economista, Magíster en Comercio Internacional.
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