Desde hace unos 10 años se trata de imponer al país algunos mitos, los cuales conformarían la realidad nacional, entre éstos destacan la creación del Estado Plurinacional, compuesto por 36 naciones, los cuales tienen la posibilidad de tener autonomía, crear sus propias autoridades y vivir bajo sus propias leyes. En los hechos, 13 de esas naciones tienen una población menor a 1.000 habitantes y están en vías de desaparición. Con excepción de 2, que tienen más de un millón de habitantes, el resto tiene menos de un millón de habitantes. Países más poblados, con centenares de etnias, como Brasil y China, no se consideran “plurinacionales”.
Otra ficción es que somos un país eminentemente de indígenas, los cuales viven bajo los principios del “ama sua”, “ama llulla” y “ama quella”, un pueblo virtuoso, incorruptible; en el caso del FONDIOC la realidad muestra que como en toda sociedad o grupo humano, hay virtudes y defectos.
La otra ficción que se presenta en la política nacional es que la provisión de alimentos y la seguridad alimentaria descansan sobre la agricultura campesina y que hay dar prioridad a ésta para superar los actuales déficits.
Una investigación reciente, muy cuidadosa, con trabajos de campo en los departamentos de Santa Cruz, La Paz, Chuquisaca y Beni, realizada por la Fundación Tierra, que lleva el título: “Marginalización de la agricultura campesina e indígena”, marzo 2015, nos conduce a ver de cerca la nueva realidad del campo. A continuación algunos de sus resultados y conclusiones más relevantes.
En la introducción resalta la conclusión siguiente: “la agricultura campesina e indígena ha ido perdiendo visibilidad e importancia frente a las extensas y crecientes superficies cultivadas y volúmenes de producción generadas por la agroindustria”. Esta afirmación tira por la borda el artículo de la “Ley de la revolución productiva comunitaria agropecuaria” que postula el “ajuste de la institucionalidad pública del sector agropecuario y planificación estratégica alimentaria participativa desde las comunidades indígena originario campesinas, comunidades interculturales (colonizadores) y afrobolivianas y los actores de la economía plural”.
Claramente sólo ha funcionado la parte de “economía plural” que responde a una realidad económica muy sencilla: el funcionamiento del mercado. Esto se demuestra con claridad en la parte andina, con el éxito de la quinua, cultivo ancestral que ha pasado por un boom, que parecería estar a punto de concluir.
Claramente, como lo demuestra este estudio, los pequeños productores producen preferentemente para el mercado interno, y debido a la baja productividad y precios bajos del mercado interno, se debaten en condiciones de extrema pobreza. Salvo la excepción de pequeños nichos de productos como la quinua, ya mencionada, el cacao, el café y por supuesto la coca.
A lo anterior se añade el grupo –bastante grande por cierto – de productores de subsistencia que, como apunta el informe, a diferencia de los países vecinos es todavía el más numeroso, pero también es el más pobre y postergado.
Para concluir el estudio se pregunta: ¿fin de la agricultura campesina e indígena? Y su respuesta es: “los campesinos e indígenas no han sido excluidos por completo de este proceso sino que el rasgo dominante es su posición cada vez más periférica en calidad de actores económicos”. Pese a ello, todavía en la política nacional el discurso dominante es la relevancia de las TIOCs y de la influencia de los indígenas en el quehacer nacional.
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