Felipe Rodríguez Álvarez
La mentada ley que penaliza el trato cruel y maltrato a los animales, al parecer sanciona con pena de cárcel el maltrato y trato cruel a las mascotas o perrillos que comen alimentos balanceados que les proporcionan sus opulentos y orgullosos dueños que los tienen bajo su custodia y responsabilidad, y no protege a otros animales que por no tener quién los alimente y los cuide vagan sin descanso por calles y avenidas de las grandes ciudades, y aún por los pueblos cercanos que rodean las grandes urbes, en busca de algún resto de comida que les permita mantenerse en pie por al menos un día más, sino no son atrapados por las famosas “perreras” y depositados en refugios que nada tienen de tal, porque se trata de pocilgas insalubres que albergan toda clase de canes con diferentes dolencias, por lo mismo expuestos a contagiarse enfermedades unos a otros, dizque hasta que alguna persona piadosa los adopte.
De no acontecer este acto piadoso, se los ultima con la eyección letal que los sume en un sueño profundo, cuyo final es la muerte, disfrazando este acto cobarde y traicionero con la argucia de que el animal ha sido dormido para que no sufra más por causa de alguna enfermedad que lo aqueja, o simple y llanamente porque nadie lo ha adoptado por ser viejo o feo, sin darse cuenta que con este acto brutal y estudiado lo que se hace en realidad es quitar la vida a un ser que, como cualquier ser creado, tiene derecho a vivir y a morir en cualquier lugar habitado o no por el hombre.
Esta ley también autorizaría el “descuartizamiento” de otros animales de la escala zoológica, para apagar con su sangre aún caliente y humeante la supuesta sed de ídolos de antiguas organizaciones sociales, con el argumento de que es un acto cultural que perdura en el tiempo por generaciones y, por tanto, su práctica ancestral trae más bendición que maldición para los que creen en esos ritos sanguinarios, sin reparar que este acto de crueldad extrema no armoniza con los sentimientos de piedad y amor que enaltecen al ser humano puesto sobre la tierra por el supremo hacedor.
Esta ley tampoco dice algo en relación con el perro amaestrado para encontrar droga prohibida, que al parecer se trata de un can drogadicto que a fuerza de riguroso y despiadado tratamiento se le ha deformado por completo el sentido del olfato, porque normalmente ningún animal de la naturaleza nace drogadicto. Por el contrario, cada cual ha sido creado con facultades y funciones específicas, sin embargo, aprovechando la mansedumbre y nobleza del animal, ahora se lo muestra husmeando alocadamente por encontrar droga prohibida, otras veces realizando ejercicios físicos acompañados de aullidos lastimeros para el regocijo de un algún público cruel y materialista al que no le importa el sufrimiento de los animales con tal de sacar algún beneficio de estos actos inhumanos.
Al parecer esta ley también permite el descuartizamiento cruel y despiadado de animales con fines científicos, como ocurre en alguna legislación extranjera, lo cual también es un acto de barbarie y crueldad inaudita, porque igual en este caso se está despellejando a un ser indefenso y mudo que no puede oponerse por sus propias fuerzas a su muerte que acontece después de crueles y desgarradores sufrimientos.
En conclusión, nadie está en contra de la elaboración y aprobación de una ley que proteja a los animales, empero, para este cometido en necesario definir claramente conceptos relativos a los maltratos y tratos crueles a los animales, para no dejar fuera de la norma prohibitiva algún maltrato o trato cruel, disfrazado de acto piadoso o útil para la sociedad, porque, de lo contrario, se percibe una matanza indiscriminada de animales, lo que hiere los sentimientos de misericordia y piedad de cualquier persona civilizada.
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