Si hay un problema crónico en nuestro país es, innegablemente, el abandono de nuestras fronteras con países vecinos. Muchas veces se ha sostenido la urgente necesidad de que oficiales y tropa de las Fuerzas Armadas, en lugar de ocupar las ciudades y otros centros poblados, ocupen las fronteras, las cuiden, eviten el contrabando, eviten el ingreso de personas indocumentadas y, finalmente, que impidan el ingreso o salida de coca y drogas.
Fueron vanos los pedidos de los medios de comunicación para que esas labores sean cumplidas; generalmente se alegó la falta de presupuestos para atender las fronteras; pero, y con razón, la colectividad se pregunta: ¿Y qué se hace con los grandes presupuestos de Defensa? ¿Por qué el dinero que se gasta en ciudades y centros poblados, donde nadie necesita de las fuerzas armadas, son ocupadas por éstas y no están en las fronteras? ¿Por qué esas fuerzas no crean núcleos poblacionales en sitios cercanos a las fronteras? ¿Por qué no realizan más labores de acción cívica como la reparación de caminos, construcción de puentes y carreteras? ¿Por qué no contribuyen a la construcción de obras de desarrollo?
Las Fuerzas Armadas cuentan con alrededor de 36 empresas que, se creía y sostenía, “serían empresas productivas que ayudarían al mantenimiento de la entidad militar”. ¿Cuáles han sido los resultados? ¿Qué empresas están en funcionamiento y permanente producción? ¿Qué hacen y qué producen? ¿Quiénes las manejan al margen de Cofadena que, se dijo, cuenta con el personal más eficiente?
Las fronteras del país no pueden ni deben seguir desguarnecidas en detrimento de toda la nación. Hace pocos días, se anunció que las Fuerzas Armadas mantendrían el control de fronteras especialmente para evitar el contrabando; esa labor, tranquilamente, puede ser complementada con un control y lucha contra el narcotráfico.
Hay que suponer, bajo todo punto de vista, que los efectivos de la institución armada están entrenados en el manejo de armas de fuego y, además, reciben instrucción en “campo abierto” -como ellos llaman a los entrenamientos- donde seguramente se enseña métodos y sistemas de represión a quienes alteran la ley y causan daños a la propiedad pública y privada. Se debe entender que la institución armada no puede ni debe estar sólo para reprimir posibles cuartelazos o golpes de Estado que, felizmente, ya han quedado en el recuerdo como pesadillas, debido a la vigencia del sistema democrático.
Es preciso que el Gobierno, mediante el ministerio de Defensa, cumpla su propósito de mantener vigilancia en las fronteras y no quede todo en simples anuncios circunstanciales que a nadie hacen bien. Resguardar nuestras fronteras es, inclusive, reprimir actos delictivos, comercio ilícito y tráfico de droga, interna y externamente.
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