Hay situaciones y hechos contradictorios en el Gobierno: por un lado, se importa arroz y azúcar; por otro, se habla de incentivos a la producción y, por otro, hay excedentes que son motivo de donación -caso de entregas de arroz a Cuba- y, finalmente, se permite el contrabando de ambos productos.
Argentina se ha convertido en el principal proveedor, vía contrabando de arroz y azúcar; pero el mismo retorna nuevamente a sus mercados porque se lo vende a Bolivia con precios inferiores a los vigentes en el mercado internacional. Argentina se nutre del mercado de divisas de Bolivia con grave detrimento de la economía boliviana. El contrabando exporta gran cantidad de divisas al extranjero, donde cada dólar cuesta mucho más que en Bolivia, debido al aumento de cotización de la divisa norteamericana.
Nuestro país produce gran cantidad de arroz y azúcar y los precios para el consumo interno son altos; por su lado, el contrabando se encarga de sacar ambos productos hasta las fronteras, donde tienen precios que favorecen grandemente a la economía informal. No hay autoridad que ponga coto a situaciones tan anómalas que, de una u otra manera, perjudican gravemente al país y deprimen la producción nacional.
Lo contradictorio de estas situaciones es que, por un lado, importamos legalmente arroz y azúcar argentinos y, por otro lado, ese país, en sus regiones fronterizas, se nutre de ambos productos mediante el contrabando que llega de Bolivia, país que, de todas maneras, importa legalmente y exporta ilegalmente por las variantes de precios y que benefician a pocos a costa de la pobreza de los bolivianos.
Nuestro país puede producir mucho más arroz y azúcar de lo que señalan las estadísticas si efectivamente hubiese freno al contrabando que llega de fuera; y, por otro lado, si se incentivara la producción de ambos productos, conjuntamente la soya y el maíz que también sufren las consecuencias del contrabando. Producir soya, arroz, azúcar, maíz, maní, café, centeno, trigo, papas, yuca y muchos tubérculos, no debería ser imposible; al contrario, hay las condiciones para una producción masiva de todo ello, especialmente en los llanos orientales y en las regiones vallunas; pero no hay políticas que coadyuven a esa producción y menos incentivos que favorezcan a los agricultores.
La verdad es que en otros países, vecinos y lejano al nuestro, hay incentivos muy grandes para los agricultores en forma de subvenciones a la producción, equipamientos con maquinaria moderna, provisión de semillas, abonos y, sobre todo, créditos con bajísimos intereses y a largos plazos. Ninguna de esas ventajas se ofrece en nuestro país a la agricultura en general y menos a su posible industrialización con miras a la exportación. Es urgente, pues, que el Gobierno estudie subvenciones especiales para hacer que la agricultura y la agroindustria alcancen altos índices con miras a proveer al mercado interno y lograr exportaciones.
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