CIENCIA
La depresión afecta a la capacidad de captar las conversaciones y puede hacer que las reuniones sociales aíslen más al individuo.
La evolución cultural del ser humano ha sido posible gracias a que podemos hablar, escuchar, leer y escribir, ya que el lenguaje es el medio que nos permite acumular conocimientos y transmitirlos a la generación siguiente. Y dentro de la comunicación, hasta la conversación más trivial, tiene en realidad una gran importancia, puesto que, cuando hablamos con alguien, esperamos que esa persona cambie su conducta y realice una tarea, o bien que nos atienda y nos diga algo.
Este proceso cotidiano es resultado de un complejo mecanismo de procesos cerebrales especializados en cada una de las facetas necesarias para producir y comprender el habla, y buena prueba de ello es que hay lesiones cerebrales en áreas concretas que afectan a capacidades muy determinadas: por ejemplo, hay daños que impiden usar construcciones gramaticales (agramaticalidad), comprender el significado de las palabras (afasia de Wernicke) o coordinar la lengua, los labios y la garganta (apraxia del habla). Aparte de esto, parece ser que el estado anímico es una interferencia más potente incluso que el sonido de un martillo mecánico al fondo de la calle. Según una investigación presentada en días pasados en el congreso de la Sociedad de Acústica Americana (ASA), las personas sumi-das en la depresión tienen menos capaci- dad de escuchar las palabras.
“Descubrimos que las personas con síntomas de depresión claros eran en general menos capaces de escuchar las conversaciones que la gente que no tenía síntomas de depresión”, ha explicado Zilong Xie, un investigador del laboratorio de Sonido y Cerebro en la Universidad de Austin, Te-xas. El motivo parece ser, según el equipo de científicos, que el cerebro melancólico está aislado del entorno por pensamientos que interfieren en su capacidad de respon-der a la comunicación. Por eso, hasta una fiesta puede convertirse en una experien-cia que contribuya más al aislamiento.
Esto contradice los estudios previos que indicaban que las personas deprimidas no solo tendían a recordar mejor las palabras tristes, sino que tendían a detectar más fácilmente la información negativa del en-torno. Según las conclusiones de esta últi-ma investigación, el cerebro triste escucha peor, con independencia de la carga emo-cional de la comunicación.
EL PESO DE LAS EMOCIONES
Para averiguar cómo inflúia la melanco-lía en la percepción del habla, los inves-tigadores compararon las capacidades de estudiantes sanos con las de otros que te-nían síntomas de depresión. Para ello, gra-baron frases de distinta carga emocional y las mezclaron con ruido. Después de que los estudiantes las escucharan, se les pedía que anotaran lo que habían oído, de forma que luego los investigadores podían saber hasta qué punto eran capaces de percibir correctamente las frases. Esto les permitió averiguar que los cerebros tristes escucha-ban peor las conversaciones y algunas cosas más.
Por ejemplo, que es necesario prestarle atención a la carga emocional de las con-versaciones. Tal como explica Xie, “muchos de los estudios que se han publicado (...) solo se fijan en la conversación neutral, sin contenido emocional”. Sin embar-go, se pueden distinguir varios tipos de conversación en función del tono y del ritmo: la enfadada, la temerosa, la feliz, la triste y, por último, la neutral. Por ello, “si queremos entender realmente la percepción del habla, en concreto en la condición ‘multitonal’, que es la que tiene lugar en nuestra vida cotidiana, debemos fijarnos en el contenido emocional”.
De hecho, en el futuro esperan poder estudiar estas capacidades en otro tipo de desórdenes depresivos, para averiguar has-ta qué punto las emociones modulan la capacidad de escuchar. Quizás averigüen por qué las palabras de ánimo pueden resbalar como si fueran melancólicas gotas de lluvia.
GONZALO LÓPEZ SÁNCHEZ / MADRID
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