En torno a la Entrada del “Gran Poder”

Todas las actividades humanas son perfectibles en el fondo. Tal vez sea mejor hablar de las luces y sombras de la Entrada del Gran Poder. Por un lado está el colorido, la alegría, los exuberantes trajes, con sus brillos, bordados, joyas costosas, el folclore y la coreografía que rodean al acontecimiento, pero también sirve de motivo a la disipación, a la borrachera y a algo más.

Se dice que la fe religiosa mueve a los bailarines. Siendo los verdaderos objetivos otros, estamos ante una hipocresía. Entre distintos aspectos, se habla de una contribución mínima a la parroquia de un boliviano por bailarín. Estos fácilmente llegan a los 50.000 danzantes, sin embargo apenas se recauda 12.000 bolivianos y es un monto que fluctúa poco más o menos cada año. Si la Entrada cuenta con miles de partícipes, no ocurre lo propio con las procesiones de feligreses del Señor del Gran Poder, que siguen al referido desfile folclórico, dato que sirve para desmentir la devoción que está a flor de labio. En cambio, el gasto global sobrepasa varios millones de dólares, pero el 45% se destina al consumo de alcohol.

La fiesta no se circunscribe al día sábado sino que prácticamente se prolonga toda la semana. Los grupos pudientes entre los pudientes, alquilan locales; los menos predispuestos al gasto convierten los aledaños a la parroquia en lugar de baile y borrachera. El martes 2 todavía persistían en las calles con los perjuicios imaginables a la vecindad, al tránsito de viandantes y vehículos, y se prevé que nadie podrá impedirles que continúe la disipación. Lo muestra el gran decomiso de cajas de cerveza sólo en los las arterias de inicio y terminación de la Entrada.

Desde antaño se dice que el carnaval engendra muchos hijos del “pepino”, qué no sucederá con esta entrada si como se ve participan chicas desde los 13 años. Estamos ante otra causa del crecimiento de los registros de embarazos adolescentes que suman y siguen imparables. Hasta ahora nadie, menos las autoridades, han puesto sus ojos a este respecto, a las decenas de entradas que contempla la ciudad todo el año, a las que se añaden las festividades de cada barrio y zona en la mancha urbana.

La Iglesia debería revisar urgentemente su auspicio a estos eventos, así como a los “prestes” que se prestan a los excesos, si ha de velar por el prestigio de la sacra institución, evitando la identificación del catolicismo con el consumo de bebida, motivo que presta un flanco vulnerable a la crítica de otras religiones y la merma de la grey católica. Esta disposición no restaría importancia ni afluencia a esta Entrada, por las razones brevemente expuestas, la cual a lo mucho debería cambiar de nombre.