La lora que resolvió su propio caso de robo

Como todos los estudiantes saben muy bien, un hábitat es un lugar donde se encuentra una variedad de formas de vida: plantas y animales. En el porche de una casa había un hermoso árbol de mango donde los zanates, las loras, colibríes, periquitos y otras avecitas habían hecho sus nidos.

Una calurosa tarde de un mes de mayo, cuando los árboles de mango ofrecen las mejores y más dulces frutas, pasaron por allí 6 niños, ninguno tendría más de 10 años de edad.

Al ver los hermosos racimos de mangos amarillos y anaranjados, en lugar de llamar a los dueños de la casa y pedir las frutas, comenzaron a tirar piedras para tumbarlas. Tiraron tantas piedras que tumbaron casi todos los mangos maduros y gran parte de los mangos que aún estaban verdes.

Los chiquillos se sentaron en la orilla de la acera, a la sombra del árbol; comieron todos los mangos que quisieron pero al sentirse llenos, dejaron en el suelo las cáscaras, las semillas y muchísimos mangos maduros desperdiciados y mangos verdes reventados por el golpe al estrellarse contra el suelo.

Pero las piedras también destruyeron bastantes nidos y muchos pichones murieron víctimas del abuso de aquellos niños que no respetan lo ajeno y dejaron allí muchos cadáveres de las avecitas. Sólo un pichón de lora no murió pero estaba lastimadito. La due-ña de la casa había salido a una diligencia en una casa cercana y al regresar y ver el reguero de basura y los pichones muertos, se enojó muchí-simo. Recogió al pichón de lora y cuidó de él.

Un año y medio después, se había convertido en una preciosa lora que llamaba a su ama: ¨-Mercedes, Merce-des-¨ cada vez que la veía pasar cerca. Un día en que la lora estaba posada en los barrotes de hierro de la ventana de la sala, pasó un tipo que al verla tan hermosa, rápidamente la metió en un saco de tela y se alejó corriendo.

Después de 3 días de búsqueda sin resultados, la Sra. pensó: “-Si ese la-drón quería deshacerse rápido de la lora, lo más seguro es que tiene algún cómplice que la debe estar vendiendo en el mercado-”. Allá fue directo y se puso a caminar despacio entre los puestos de venta.

De pronto, oyó la vocecita de su lora que agitada la llamaba: “-Mercedes, Mercedes-”. La Sra. retrocedió unos cuantos pasos y pudo ver a su mascota en una jaula detrás de un puesto de flores. La Sra. se presentó allí con la Policía y pudo recuperar a su tan ama-da mascota.

MORALEJA: Debemos hacer conciencia en nuestra niñez, que si lanzan piedras a los árboles para bajar las frutas, dañarán más de las frutas que puedan comer y dañarán también a los anima-litos que hay en esos hábitats.

ARGENPRESS