Los sindicatos de transportistas argentinos paralizaron su país con una huelga que entre sus afiliados tuvo un seguimiento casi total.
Los sindicalistas organizaron cortes en las entradas de las principales ciudades, en especial en Buenos Aires, la capital y centro de todo el debate político, y provocaron enormes colas de coches en los alrededores y una imagen del centro prácticamente vacío, como un día festivo.
No hubo trenes ni metro ni autobuses ni aviones, aunque colegios, hospitales y comercios sí estaban abiertos.
La huelga, en plena campaña electoral, tiene un claro contenido político contra el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner pero también es un aviso, según los propios sindicalistas, al próximo Ejecutivo que tomará posesión en diciembre.
Ante la posibilidad de un ajuste similar al de Brasil, los sindicatos hacen una exhibición de fuerza y demuestran que pueden parar el país cuando quieran.
“El paro se da ahora, pero será una fuerte señal hacia adelante entre quienes tengan que administrar y vean cuál es la capacidad y la posibilidad de acuerdos en la futura gestión”, señaló Juan Carlos Schmid, líder de la Confederación de Trabajadores del Transporte. (agencias)
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