BIENESTAR
Tanto la publicidad como los medios han abierto, por fin, el canon de belleza a las mujeres con curvas, pero ¿han dejado las delgadas de ser reales?
Las mujeres con curvas están de moda, el mombod o “cuerpo de madre” está de moda. Por fin, no ser como un ángel de Victoria’s Secret empieza a ser un plus, o por lo menos algo de lo que no tenemos por qué avergonzarnos. Lo “real” se lleva y no hay más que darse una vuelta por Instagram o Tumblr para comprobar la cantidad de mujeres que presumen de tripita, muslos e incluso estrías con diversos hashtags: el ya mencionado mombod, curvygirl, realwoman, loveyourlines, loveyourbody... De hecho, actuar en contra del ideal de belleza impuesto por las pasarelas y presumir de ser una “mujer real” se ha convertido en en una religión a la que se ha sumado buena parte de la población femenina.
Más allá del éxito que tuvo Lane Bryant con su ImNoAngel en contra de las campañas de Victoria’s Secret, la marca abanderada de este movimiento de ensalzar la “belleza real” ha sido Dove, que desde 2004 busca aumentar el autoestima de las mujeres mediante sus campañas publicitarias, siempre muy virales, y a través del Movimiento Dove por la Autoestima, una iniciativa que proporciona a mujeres de todo el mundo oportunidades para educar a las generaciones futuras y celebrar la belleza real. Estas acciones empezaron a llevarse a cabo después de ver los resultados de su estudio denominado “La verdad sobre la belleza: un informe global” en el que, como nos cuentan desde la marca, “solo un 2% de las mujeres se veía guapa”. Así, el concepto “belleza real” se convirtió en una idea que ha ido calando hondo y que hemos hecho nuestra para exigir un cambio que, afortunadamente, ha tenido sus frutos. Muestra de ello son las líneas como Curve de Asos, o Violeta by Mango, el éxito de modelos que lucen más allá de una talla 42 como Tara Lynn o Robyn Lawley, y el hecho de que famosas como Drew Barrymore reivindiquen que no se utilice Photoshop en sus fotos.
Se da la situación, o por lo menos el mensaje, de que hemos pasado página: “Querida, ya puedes sentirte bien con tu cuerpo porque real”. El problema viene cuando se excluye de “lo real” a un buen porcentaje de mujeres que están delgadas. ¿Es que estas mujeres han dejado de ser reales? Hemos llegado al punto de incluso criminalizar a la mujer delgada acusándole, por el simple hecho de serlo, de estar enferma, y dando por hecho que tener un cuerpo delgado implica siempre pasar hambre y machacarse en el gimnasio. ¿Un ejemplo? Los comentarios que siempre surgen en torno a Angelina Jolie, Keira Knightley, o la reina Letizia, que recientemente fue el blanco de miles de críticas por su delgadez, tras aparecer con un nuevo corte de pelo. Siempre en estos casos, el público se cree con el derecho de juzgar y dictar sentencia sobre el cuerpo de otra persona. El empezar a concienciar a la sociedad de que no solo las modelos que vemos en las pasarelas son bellas es un gran paso, pero se vuelve a retroceder cuando lo que se impone es otro ideal de belleza que sigue excluyendo, criticando y machacando a las que se quedan fuera de el.
Una cosa es querer promover una sociedad llena de mujeres felices, sanas y a gusto con su cuerpo, tengan una talla 34 o 44, y otra es caer en la manipulación de los estereotipos para crear otro ideal que refuerce que “la identidad de las mujeres debe apoyarse en la premisa de nuestra belleza, de modo que nos mantendremos siempre vulnerables a la aprobación ajena, dejando expuesto a la intemperie ese órgano vital tan sensible que es el amor propio”, como afirmaba la escritora y representante feminista Naomi Wolf en su libro El mito de la belleza.
Y cuidado, porque el ensalzamiento indiscriminado de este nuevo canon de belleza también puede tener consecuencias negativas. Al igual que la divinización de las mujeres extremadamente delgadas que se vivió a finales del siglo pasado, acabó con la industria de la moda tomando medidas para evitar que por sus pasarelas desfilasen modelos que pudiesen promover desórdenes alimenticios como la anorexia y la bulimia, la exaltación del estereotipo contrario también puede ser peligroso. Y no nos referimos al caso de las ya mencionadas Tara Lynn o Robyn Lawley (que sorprendentemente, con una talla 42 y a pesar de protagonizar más campañas que antes, siguen siendo consideradas modelos de tallas grandes), sino al caso de la modelo Tess Holliday. En sus propias palabras para el Daily Mail, Tess afirma que mediante su trabajo quiere “retar la percepción que tiene la sociedad sobre “belleza”, y lo que es aceptado en la industria y el mundo. No hay una sola forma para ser mujer, o ser hermosa. Todos merecemos un lugar”. Un pensamiento y ambición con el que estamos de acuerdo, pero sin perder de vista que su talla representa un tipo de cuerpo que tampoco es sano y que pone de manifiesto bastante falta de tacto ante un problema de salud como es la obesidad.
Todas somos mujeres, todas somos reales y todas deberíamos sentirnos bellas sin tener que sufrir el acoso de nadie por cómo es nuestro cuerpo; el concepto de belleza debería evolucionar e ir mucho más allá de algo tan simple como una talla de ropa, haciendo más hincapié en la aceptación de cómo es tu cuerpo para, a partir de ahí, trabajar el autoestima desde el bienestar, estableciendo una relación sana entre nuestro cuerpo, nuestro cerebro, la comida y el deporte.
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