Vivimos tiempos en que bien podría decirse que la humanidad está en serio peligro de perder valores sustantivos de su existencia debido a la presencia de la corrupción, un mal que es la gangrena que destruye al hombre. Son tiempos en que el materialismo, el hedonismo y la carencia de valores y principios ganan cada vez más adeptos. El hedonismo, acompañado de la afición a los vicios más abyectos, a las drogas que partiendo del alcohol y el tabaco llegan a la cocaína y otros alucinógenos que destruyen la vida.
La corrupción gana afectos por causa del deseo insano de buscar más para tener más y, dentro de todo ello, conseguir poder de toda clase con miras a tener dominio sobre otros, porque surgen los extremistas que buscan avasallar al ser humano para hacerlo su siervo, su vasallo, su esclavo; acciones de dominio corporal y espiritual del ser humano hasta dejarlo inútil para reaccionar porque olvida sus propios derechos y hasta se somete a la voluntad y acción de quienes hacen de la corrupción su medio de vida y su instrumento para alcanzar más poder desechando todo lo que implique la moral, la legalidad, la decencia, la honestidad, la libertad y la justicia.
Las ambiciones políticas, económicas, sociales y de diverso tipo, dan lugar a la formación de cuadros corruptos que buscan y consiguen por medios siempre vedados, riquezas, poder político y sitiales de privilegio que, a su vez, diversifican acciones para conseguir aliados, adeptos, socios y adherentes de toda laya, gentes que normalmente han perdido la noción de toda virtud y valor, personas que no reconocen los derechos humanos y no vacilan en cometer las peores tropelías en aras de satisfacer sus instintos y ambiciones. Así han surgido en la historia de la humanidad caudillos que han violado todos los derechos de los pueblos, los han subyugado y hasta esclavizado; han aparecido doctrinas disfrazadas de principios y valores que nunca han practicado, pero que les sirvió para cometer todo tipo de delitos, muchas veces invocando hasta el nombre de Dios y, generalmente, en “defensa y beneficio de los pueblos”.
La corrupción que es síntesis de depravar, dañar, podrir, robar, estafar, engañar, pervertir, violar, alterar, trastrocar, seducir, sobornar, etc., etc. siempre ha encontrado adherentes que se han prestado a consumar toda clase de delitos y así, la vendimia de los valores se ha hecho común en muchas actividades destinadas a servir al bien común y se han convertido en enemigos de la sociedad. Quienes practican el armamentismo que no es otra cosa que el gran negocio destinado a quitar la vida al ser humano y destruir todos los avances de la civilización; el narcotráfico, el contrabando que atenta contra derechos de naciones y comunidades; el hedonismo que destruye las virtudes y sume a las personas en depravaciones y vicios haciendo escarnio de la vida y de los principios fundamentales que son normas de los pueblos. Son, pues, gangrenas que van destruyendo inmisericordemente todo lo sano, lo puro, lo decente y lo honesto del ser humano que es arrastrado a la sima de los vicios y los delitos que le permite contar con poder económico, social y político.
La corrupción muchas veces se disfraza con las máscaras del desarrollo y progreso de los pueblos, con las caretas del bienestar humano y con la propaganda de buscar la paz y progreso de las naciones. El accionar hipócrita y solapado de los corruptos no vacila en actuar contra todos los seres humanos porque socaba su integridad moral y destruye principios y valores con tal de conseguir sus objetivos.
Estadísticas mundiales muestran cuadros en los que la corrupción es práctica de muchos que actúan mimetizados en acciones dignas y constructivas, en negocios que aparentemente sirven a la humanidad, pero siembran las semillas de la muerte. Y esto es lo que ocurre normalmente en los países del Cuarto y Tercer Mundo donde la pobreza lacera la dignidad del ser humano porque caen vidas por causa del hambre, las enfermedades y el dominio de pocos en detrimento de los pueblos.
La corrupción se adueña parece que por décadas, de la buena fe de los pueblos que contaban por ejemplo, con la práctica del fútbol – un deporte que es factor de unidad, un deporte de multitudes – cuyos dirigentes (FIFA) que se enriquecieron previo pregonar de virtudes y cualidades humanas que estaban muy lejos de practicar. Así, muchas obras, inclusive de beneficencia, caen en manos de quienes han perdido toda noción de respeto y consideración por el ser humano. Por supuesto, mucha de la política partidista que entronca a dictadores y gobernantes sin escrúpulos en situaciones de poder, también cobró su parte de dividendos que siempre han sido altos.
La corrupción, pues, es el asalto a la buena fe, a las virtudes, valores y principios del ser humano. Las únicas armas posibles para combatir la corrupción, que es el inicio de todos los males que se sufre debido al incumplimiento de las leyes de Dios que muestran caminos seguros de salvación temporal y eterna es la moralidad, la educación y práctica de valores. Esta realidad será preciso inculcarla en las familias, en las escuelas, colegios y universidades, de modo que las prácticas morales sean norma y condición de vida de todos, empezando por el principio de que los derechos de uno terminan donde empiezan los derechos de los demás; de otro modo, la perdurabilidad de la civilización estará en serio peligro de caer en las fauces de la inmolación.
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