Pese a que autoridades del Gobierno sostienen que la economía nacional está “blindada” (extraña acepción) o mejor decir “está sólida”, el país se encuentra en crisis por falta de disponibilidad de dinero. Se sostiene (muy peregrinamente) que el país no ingresó en la crisis del petróleo porque “cuenta con los recursos necesarios”. Hay que convenir, sin embargo, que la crisis ha obligado al Gobierno a buscar más dinero mediante multas, impuestos y otros.
Multar al empresariado privado por cualesquiera razones (o sinrazones) -cuando antes jamás se lo hizo inclusive cuando era preciso y porque se había vulnerado algunas disposiciones, inclusive por no presentación oportuna de documentos tributarios, etc.-, es muestra de que “hay urgencia de dinero” seguramente para compensar el menor ingreso por las ventas de gas.
Seguimos cumpliendo con Argentina y Brasil contratos que nos obligan a vender gas; pero, con los precios deprimidos por la baja de precios del petróleo; los ingresos por la exportación de minerales tampoco dan buenos réditos y, peor, ingresos por venta de otras materias primas que también tienen precios deprimidos.
Si a todo el conjunto señalado se agrega el hecho de que producimos menos alimentos e importamos en gran cantidad tanto de Argentina como de Perú, Brasil y Chile, la situación es más crítica. Por otra parte, el contrabando tanto de ingreso como salida de alimentos de y a países vecinos es cada vez mayor, puesto que gasolina y gas salen por nuestras fronteras con rumbo al Perú, Argentina y tal vez Paraguay y Brasil, el problema adquiere gravedad extrema. No hay, pues, forma de disimular lo que ocurre diariamente y es que la crisis afectó los ingresos del Tesoro General de la Nación que se ve obligado a adoptar medidas de emergencia.
Sin embargo de situación tan anormal, hay empeño en el Gobierno para no reducir gastos, porque observar austeridad sería la solución para la carencia de medios financieros; pero por la creencia optimista de contar “con mucho dinero” seguimos en una pendiente muy peligrosa que, en su momento y si sigue la baja de precios del petróleo o, siquiera se mantiene en los actuales niveles, será difícil encarar las urgencias del futuro inmediato.
El Gobierno, si vive realidades, tendrá que convenir en la urgencia de adoptar políticas de austeridad, como evitar gastos caros e innecesarios; suprimir las compras de vehículos de lujo, aviones, helicópteros y otros que estarían en el rubro de dispendio innecesario; debería evitar aumento de la burocracia gubernamental que no tiene razón de haberse elevado en las proporciones en que se hizo desde el año 2006; evitar donaciones que no corresponden (caso de una estatua a la Argentina por valor de un millón de dólares); evitar la construcción de la “casa del pueblo”, cuyo costo exagerado sería de 250 millones de dólares, importe que serviría para construir muchos hospitales y centros educativos. En fin, hay gastos que es posible evitar y para ello nada mejor que actuar con realismo y mucha responsabilidad.
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