Es un hecho que, en los últimos 50 años, el empresariado nacional ha tratado de superar las dificultades que le impiden su desarrollo; vanos han sido los esfuerzos realizados en todos los regímenes por vencer situaciones conflictivas, tanto en el campo financiero como en el social, debido a que ningún régimen adoptó las medidas que permitan contar con un empresariado sólido, firme, productivo y con grandes posibilidades de cubrir el mercado interno e incursionar en las exportaciones.
Pese a los esfuerzos realizados no ha sido posible salir del atraso, debido especialmente a dos situaciones: la falta de las necesarias garantías para un trabajo decidido y decisivo para cambiar, mejorar y modernizar las estructuras de producción existentes por carencia de medios financieros y, la segunda, por la intervención permanente del contrabando que se encargó de copar los mercados nacionales y evitar que existan las condiciones precisas para las exportaciones.
Créditos con bajos intereses y plazos largos con miras a la reposición de maquinaria, adquisición de tecnología moderna, logro de personal especializado y solución de problemas sociales que, muchas veces, exigen mejores condiciones salariales, y urgencia de tener conciencia sobre la importancia de la fuente de riqueza que garantice empleo y seguridad son necesarios. Estos objetivos no fueron tomados en cuenta por los gobiernos que, en algunos casos, han significado peligro para la continuación de un trabajo productivo por las amenazas de estatizaciones o nacionalizaciones que tanto daño hicieron al país.
Ahora, contando con las garantías jurídicas como la Ley de Inversiones y sus respectivos reglamentos, lo que corresponde es que se abran las fuentes de crédito, se combata al contrabando y se garantice las exportaciones con la apertura necesaria de mercados -caso del ATPDEA de los Estados Unidos para el campo de los textiles-, incursiones decisivas en el Brasil y otros países para que, hasta por reciprocidad, nuestros empresarios puedan colocar su mercadería en condiciones ventajosas.
Mientras no se tome medidas que permitan la fortaleza del empresariado nacional para que desaparezca la debilidad en la producción -pese a que actualmente el empresariado se “siente seguro” con la política económica del Gobierno (seguridad que es muy relativa mientras no desaparezca la economía informal)- será difícil que el sector privado actúe con el dinamismo y seguridades que necesita. Condiciones existen en lo que se refiere a la vocación e intención de los empresarios, pero hay que fortalecer esas conductas y propósitos con las medidas más apropiadas para que la fortaleza reemplace a las debilidades y se tenga una producción masiva de artículos de uso y consumo que sea competitiva, de excelente calidad y con posibilidades propias para la apertura de nuevos mercados, tanto interna como externamente.
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