Punto aparte
La moral, cuya filosofía es la ética de las personas y de los pueblos, es determinante para el destino de sus países e incluso continentes o regiones. Pareciera un precepto religioso, pero no es así. Se tiene los ejemplos concretos en la misma América.
En el Norte, es el factor de haberse constituido en potencia económica e institucional, como es caso de Estados Unidos. Y, en el Sur, donde está situada Bolivia, prevalece el subdesarrollo; ni Brasil se salva de esta condición, pese a su inmenso territorio y crecida población.
El escritor y distinguido intelectual argentino Mariano Grondona escribió el libro “Bajo el imperio de las ideas morales”. Después de leer su texto y quedar impactado con el mismo, en esta Columna de Opinión lo mejor que puede hacerse es transcribir unas cuantas líneas de su contenido, para destacar la trascendencia que tienen la moral, la ética, en el comportamiento individual y social para definir el destino de los pueblos:
“La vigencia de la moral individual, al margen de una religión o una doctrina oficial, es un fenómeno moderno. Podríamos decir que una sociedad es moderna cuando sus miembros se dictan a sí mismos su código moral, cuando nadie desde afuera y por encima de ellos les dice lo que tienen que hacer. En las sociedades subdesarrolladas, el hecho de que alguien, con mayúscula, dicte a los demás las normas del comportamiento bloquea el formidable despliegue de energía que nace de la “motivación individual”. Pero las sociedades desarrolladas existen justamente porque ellas cuentan con esa infinita reserva de energía. Al permitir que cada uno formule “autónomamente” su plan de vida, las sociedades modernas permiten la explosión de las ambiciones y los sueños personales”.
Un signo exterior viene a reforzar el contraste entre las sociedades desarrolladas y las sociedades subdesarrolladas en materia moral: que es en aquéllas y no en éstas donde se enseña con frecuencia la Ética como materia. Impresiona al viajero, por ejemplo, la enorme importancia que se da en las universidades estadounidenses a la enseñanza de la Ética. ¿Es esto casual? ¿Son más morales las sociedades donde más se enseña y aprende la ciencia de la moral? No está prohibido sospechar que el subdesarrollo de la Ética como disciplina tenga algo que ver con el subdesarrollo de la moral efectiva, cotidiana.
Una asociación de ideas queda, así, asentada. Allí donde más se enseña Ética, es porque existe una vasta “preocupación moral”. Pero aquellas sociedades donde el individuo es invitado a formular por sí mismo normas que habrá de cumplir aunque nadie lo mire porque él es su propio juez, también resultan no sólo las más “morales”, sino también las más desarrolladas. ¿Sería exagerado concluir entonces que el desarrollo económico y político viene a ser un premio al premio de la moral?
Imaginemos para ilustrar estas ideas que nos hallamos frente a dos sociedades, una de ellas equipada con la vigencia de una moral y la otra dependiente en cambio de un sistema de castigo “exterior” a la conciencia de los individuos para lograr que cumplan al menos parte de sus deberes morales. Las ventajas de la primera sociedad serían decisivas. En una sociedad donde la mayoría de los individuos cumple habitualmente con sus obligaciones -trabaja, respeta lo ajeno, paga sus impuestos…- porque cada cual se siente obligado ante sí mismo sin necesidad de que lo vigilen, el Estado puede dar un paso adelante; la libertad, la creatividad individual, resultan posibles. Hay “más” sociedad y “menos” Estado. A través del proceso educativo, cada persona se instala entonces dentro de su propio rigor en lo que ella se exige a sí misma aunque nadie la vea, y entonces dar libertad a las personas ya no resulta sinónimo de anarquía sino, por el contrario, de trabajo y productividad. En una sociedad dotada de educación moral, sus miembros piden libertad para llegar a ser “más” y no “menos” que lo que son para ponerse a la altura de sus osados sueños”.
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